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PEDRO MOLANO (*)
Reconstruir las historias de vida, de comunidad, de barrio...

"Piensa que en la base de la escritura hay una suerte de amor por un lugar, por las gentes, por un ideal. Esos viejos barrios son todo para él, como una esposa única. Es normal entonces que el teatro de sus experiencias se encuentre allí, y que nunca se sienta tan a gusto como cuando escribe de su calleja".

Premisa: existe una profunda escisión entre la escuela y la vida cotidiana, entre los intereses por "hacer ciencia en y desde la escuela", frente a los intereses de los estudiantes. Es imprescindible abrir las puertas de la escuela y vincularla más a la vida cotidiana del estudiante; en esa misma perspectiva podríamos preguntarnos, tal como se pregunta un niño: "¿Cómo era esto antes de estar yo?".[¹]

En ese contexto, surge la construcción de historia colectiva, ya sea individual (historia de vida) o local (historia de la comunidad, del barrio), como estrategia para abordar el estudio de la historia aportando importantes elementos para trabajar con nuestros estudiantes. En la construcción de la historia individual o local es imprescindible tener en cuenta a la colectividad que ha vivido el proceso histórico; incluso, en el caso de la historia de vida, los procesos que vive el individuo están inmersos en una colectividad. Por ello es necesario construir la historia desde y con la comunidad; es buscar contribuir a la concientización de ser "sociedades con historia" y fortalecer, desde allí, un sentido de colectividad y pertenencia a un grupo particular.

El desarrollo de técnicas propias del historiador y la utilización de herramientas de investigación le permiten al estudiante acercarse a su realidad inmediata, comprender la complejidad de la historia y la diversidad de interpretaciones que existen sobre un hecho.

En términos de la enseñanza, Carretero ha venido desarrollando una propuesta desde la perspectiva pedagógica y psicológica manifestando, por ejemplo, que existe la necesidad de "hacer un esfuerzo, que los estudiantes sean capaces de utilizar un lenguaje histórico para dar sentido a la realidad", lo cual denomina "Historical Literacy", comprender el mundo en términos históricos. De otra parte, Jean Luc Nöel afirma que lo importante no es sólo lograr la adquisición de conocimientos, sino desarrollar en el estudiante la adquisición de técnicas e instrumentos para aprender el proceso cognitivo, lo que favorece el trabajo en grupo y crea un nuevo diálogo profesor-alumnos, que se inspira en los métodos activos e intenta hacer participar al individuo en la elaboración de un discurso argumentado frente a la sociedad. Las actividades en esta propuesta propician el aprendizaje del espíritu del historiador.

Adicionalmente, se producen diversas relaciones y experiencias como lo establece, entre otros, Edward Thompson quien ha formulado "la noción de experiencia en dos momentos: la experiencia vivida y la experiencia percibida. Por 'experiencia vivida' se entiende aquellos conocimientos históricos, sociales y culturales que los individuos, los grupos sociales o las clases ganan, aprenden al vivir su vida, elementos que se constituyen en nutrientes de sus relaciones mentales y emocionales frente a cualquier acontecimiento. En el mismo orden, por 'experiencia percibida' se entienden los elementos históricos, sociales y culturales que los hombres, los grupos y las clases toman o aprenden del discurso político, filosófico o religioso de los medios, de los textos y de los distintos mensajes culturales e ideológicos"[²].

Lo que hemos planteado hasta aquí pertenece más al plano conceptual; no obstante, surgirá la pregunta sobre cómo aterrizar todo lo planteado al contexto escolar; ello requiere un currículo flexible, tal como es la propia historia local: flexible. Así las cosas, es posible, por ejemplo, partir de una periodización que permita integrar diversos aspectos, destacar la vida cotidiana, los problemas materiales vividos en la colectividad, comparándolos con acontecimientos nacionales e internacionales, estableciendo paralelos en el tiempo. De esta forma se puede elaborar una línea del tiempo en donde se ubiquen, en la parte superior, los acontecimientos de la vida personal y familiar que destaquen los estudiantes y, en la parte inferior, los sucesos nacionales e internacionales que se van produciendo en aquellos años.

Posteriormente, es necesario la búsqueda, selección y contraste con otras fuentes, realizar análisis y producción escrita, buscando evaluar las diferencias entre la evolución física (infraestructura), los cambios de mentalidad en los habitantes, etc. En consecuencia, se convierte en una historia amena, pues no excluye la cotidianidad que circula en el espacio local, integral porque abarca las estructuras de producción, sin excluir las estructuras familiares; así mismo, sus protagonistas son los hombres y mujeres de los barrios comunes. Esto acerca la historia a los estudiantes y es posible que cambien su percepción de la asignatura concibiéndola como algo útil.

Al emprender la recuperación de la historia colectiva desde el aula, con la distancia que permite el tiempo, se puede observar la historia como un cuadro impresionista: que cuando se mira de cerca se ven solo manchones, y en la medida en que nos alejamos encontramos sus formas. Observamos que sucedían simultáneamente muchas cosas trascendentales y que, en ese contexto, progresivamente se va dando un cambio en nuestra mirada hacia el mundo y hacia los hechos que están sucediendo. En consecuencia, se va produciendo un giro hacia una posición, si se quiere "más política" y "pasional" de asumir la historia.

En tal sentido, recuperar la historia popular y local obliga al investigador, en este caso estudiantes y profesores, a ampliar el abanico de fuentes, como las orales que se convierten en informaciones de primer orden para la investigación, a la vez que recurrir a los recuerdos familiares: documentos, material audiovisual, fuentes iconográficas etc. Es decir, acudir a todos los mecanismos que activen la memoria. Así, llevar la historia oral a la práctica docente abre un panorama más amplio, más cercano y más sugestivo para los estudiantes.

La práctica de la recuperación de la historia local, de otra parte, posibilita un trabajo interdisciplinar y transversal al integrar distintas áreas del conocimiento: las Ciencias Sociales desde la recuperación de la historia, el análisis y la contrastación de fuentes, el análisis de todo el espectro espacio-temporal; el área de Humanidades, desde la producción oral y escrita; el área de Artes con la producción iconográfica; el área de Tecnología en la búsqueda de fuentes y a través de las diversas formas de devolución de la producción de los estudiantes. Estas, por supuesto, son algunas sugerencias para abordar la recuperación de la historia colectiva, pero las posibilidades son diversas y dependen mucho de los contextos de las instituciones.

En el caso del espacio comunal, la recuperación de la memoria colectiva permite la revaloración del carácter comunitario, constituyéndose en sustento de la permanencia en un lugar, la reivindicación de la voz de los sin voz, la importancia de las clases populares, una aproximación a los hechos históricos trascendentales en la historia del barrio; aporta sentido de identidad y pertenencia, acercamiento generacional, ya que es posible entrevistar a personas mayores e incluso a muchos de los propios fundadores. Aquellos adquieren importancia y dimensión y, en consecuencia, son reconocidos por las nuevas generaciones, los estudiantes, y tomados como parte del legado histórico que se incorpora a los barrios y sus pobladores. Ello a través de un trabajo etnográfico: entrevistas, contrastación de fuentes orales y escritas y las propias vivencias de los estudiantes.

En nuestra experiencia personal, hemos recuperado parte de la historia del barrio, con lo que se ha reconocido y revalorado el acumulado histórico de los diferentes líderes de la comunidad y el sentido de "lo comunitario", de la común-unidad. Es reconocer que una comunidad, como la nuestra, difícilmente puede sobrevivir si le da la espalda a su historia, pues han sido permanentes los intentos de desalojo debido a la ubicación geográfica del barrio. Recoger la forma en que el barrio ha resistido por más de un siglo, los embates de las clases adineradas -está inmerso entre lugares de opulencia-, lo que lo convierte en centro de interés para los propietarios del gran capital que sienten nuestros barrios como un parche social y estético, que hay que desaparecer.

Así, nos dimos a la tarea de demostrar cómo la historia de los barrios populares de Chapinero (localidad de Bogotá) ha girado en torno a la lucha por la tenencia de la tierra, la vivienda, los servicios públicos y sociales. Por eso, los pobladores han debido asumir la defensa de sus posesiones. Esta lucha se constituye como uno de los movimientos populares más importantes de Bogotá.

Con las personas que estuvieron y vivieron directamente dicho proceso, se pudo contrastar la poca información escrita sobre el origen del barrio, lo que después se hizo en un contexto más amplio, en lo nacional y distrital. La utilización de la historia oral permitió reivindicar la importancia de las clases populares en la historia; es una especie de emergencia de aquellas en la memoria histórica. Fue también la posibilidad de demostrar que quienes poblamos estos barrios tenemos motivaciones y cualidades, que antes no habían sido suficientemente ponderadas. De tal suerte que, la comunidad a la que se acerca el investigador adquiere una nueva importancia para aquel, pues aporta en la identidad de la propia comunidad y/o del investigador como parte de la misma.

(*) Institución Educativa Distrital Rafael Núñez, Bogotá; correo electrónico pedrotierra77@yahoo.es

[¹] Pluckrose H. Enseñanza y aprendizaje de la historia. Ed Morata, Madrid, 1996, p. 15.

[²] Thompson, Edward. Miseria de la teoría. Barcelona, Crítica, 1981, p. 58. Citado por Víctor Manuel Romero en: Exámenes de Estado para ingreso a la educación superior. Pruebas de ciencias sociales, ICFES, 1998.

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