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Escuela para conciliar y convivir

Desde el año 2002, el Fabio Lozano Simonelli, de Bogotá, adelanta "un gran proyecto de convivencia" con sus cuatro subproyectos. Se ha querido que los muchachos desarrollen habilidades ciudadanas y se han implementado maneras de enseñarles cómo pueden vivir satisfechos consigo mismos y con los demás.

Cuando se es estudiante del Fabio Lozano Simonelli, un centro educativo al que llegan muchachos de estrato 1 de todo el país, es posible graduarse también como conciliador escolar, programa que ha sido impulsado en la institución por la docente Amelia Gómez, apoyado por las directivas y acompañado por la Cámara de Comercio de Bogotá.
A los muchachos se les dan las herramientas para que puedan analizar la dinámica y las características de los conflictos en el espacio escolar, y así encontrar alternativas de solución que fortalezcan sus habilidades sociales.

La capacitación se fundamenta en un texto de la mitología griega; desde la historia, ellos identifican la raíz del problema, quiénes son los involucrados, de qué manera deben ceder en el conflicto y "los valores que están en riesgo", explica Amelia Gómez.

Los pasos a seguir son sencillos. Se crea una Oficina de Conciliación, un espacio físico en el que los propios alumnos, de noveno grado, atienden a los estudiantes del colegio que han solicitado asesoría para resolver un conflicto. En esta instancia, los docentes -que también se capacitan para formar parte del grupo de tutores de este proyecto- sólo intervienen si los conciliadores lo consideran necesario, momento en el que también se necesita la ayuda del Coordinador del colegio.

Los estudiantes en desacuerdo, después de pedir cita a los conciliadores, reciben una invitación con fecha y hora, en la que dialogarán los dos implicados en el conflicto y dos conciliadores.

Uno de los conciliadores lleva la vocería y el otro, el acta. "El conciliador debe ser una persona hábil para no dejar que se suban los ánimos; es el que identifica el problema, el que guía y lleva a las partes a un acuerdo", explica la profesora Gómez.

Una vez se logra un acuerdo, firman un acta en la que las partes se comprometen a cumplir con ciertas normas, que han salido del trabajo de la conciliación, como: respeto por la palabra del otro, escuchar con atención, no agredir verbalmente y no estar pendientes de los chismes.

Tanto los docentes del colegio como los padres de familia conocen del proyecto y están contentos con él. "El colegio ha cambiado en los niveles de agresividad, ya no vemos esas peleas tan recurrentes que se presentaban en las puertas de la institución", anota Amelia Gómez.

"El proyecto de convivencia ciudadana recoge, además de la conciliación escolar, otros dos: cultura de la legalidad y competencias ciudadanas", explica el rector Armando Ortiz, cuyo rol en "el gran proyecto de convivencia" es facilitar la vinculación de los docentes a procesos de capacitación, ofrecer el espacio físico adecuado, participar en las reuniones, conocer los proyectos y velar porque éstos tengan un docente responsable que los jalone y garantice su continuidad. "Los altos índices de agresividad, la presencia de estudiantes víctimas del desplazamiento, así como las carencias económicas y el maltrato familiar, nos llevaron a formularlo", afirma Ortiz. También resulta destacada la disposición de los maestros a capacitarse y transmitir a sus colegas lo que cada uno aprende, al tiempo que se lo enseñan a sus alumnos. Son ejemplos de sinergia y potencialización.

Fútbol y legalidad

Era un día especial en el Fabio Lozano Simonelli; se jugaba la final entre los equipos de grado noveno y undécimo. Uno de los equipos, en desventaja en el marcador, trató de iniciar una pelea. Los adversarios frenaron la rabia de sus compañeros con una reflexión y los invitaron a dialogar. "Después de ese episodio, algunos muchachos me buscaron y me dijeron que los contendores necesitaban cultura de la legalidad", afirma orgullosa María Helena Ramírez, coordinadora del proyecto.

El currículo de la cultura de la legalidad busca que los estudiantes construyan valores que los lleven al respeto de las leyes, que promuevan el hacer las cosas "a lo bien", como dicen los estudiantes; además, crear un mundo con menos delincuencia y corrupción", anota María Helena Ramírez. El currículo consta de cuatro secciones: Valores y respeto a las leyes; cultura de respeto a las leyes; delincuencia y corrupción; y promoción de la cultura de respeto por el Estado social de derecho, que se complementan con actividades como: "pintar frisos, llenar carteleras, ver cine (Buenos Muchachos, del director Martín Scorsese), leer textos (El Señor de las Moscas, de William Holding), escribirlos y tomar parte en discusiones para reflexionar sobre las normas y la actitud frente a lo legal.

Este trabajo con el currículo de la cultura de la legalidad se hizo durante un año, dos horas semanales, utilizando las clases de ética o de sociales. "Se generó una mayor conciencia frente a los actos; dos estudiantes que eran delincuentes, en este momento trabajan de una buena forma", concluye la coordinadora.

Un tercer componente del proyecto de convivencia es el de competencias ciudadanas, que en el colegio se trabaja en cuatro aspectos: dilemas morales, arquetipos y caminos, teoría de la restricción y Código de Policía.

Dilemas: ¿Y si mi amigo robó...?

Ruth Consuelo Rosso, coordinadora del subproyecto de dilemas morales, se involucró en el tema luego de una capacitación en la Biblioteca Virgilio Barco y en la Universidad Javeriana.

En la clase de ética a los niños de sexto y séptimo grado se les ha contado qué son los principios y qué los valores. Con ese saber se trabajan los dilemas morales, con ejemplos que tengan implícitos valores. "Vi a mi amiguito robando, ¿qué hacer? ¿Defender la amistad o contar que robó, ya que robar es malo?". El niño, desde sus vivencias, escogerá lo que para él es importante.

Estos trabajos en el aula deben llevar "a que cada estudiante tenga su opinión; diferencie los conflictos, aprenda a ponerse en el lugar del otro y a saber que su opinión no es igual a las de otros, afirma Ruth Consuelo Rosso.

Autoconocerse y escoger el camino

El subproyecto de Arquetipos y Caminos apunta a fortalecer la pluralidad, la identidad y la valoración de la diferencia.

Es una reflexión del estudiante que busca el autoconocimiento, lo que le permite determinar por cuál o cuáles caminos avanzar en la vida: del poder, del amor y del conocimiento, que tienen sus arquetipos, modelos de personalidad establecidos que dan unas características a las competencias, valores y cosas negativas que cada uno tiene. "El objetivo es conocernos y conocer a los otros para caminar juntos, sin que ellos nos lastimen ni lastimarlos", cuenta María Consuelo Ospina, la coordinadora.

Un test de 48 preguntas que responden los jóvenes, les permite reflexionar e interiorizar cómo se sienten y cómo se ven, y encontrar sus arquetipos y caminos característicos. A partir de este conocimiento aprenderemos a vivir mejor, a fortalecer valores y competencias y desaprender lo que no construye para la vida y la convivencia con los demás. "Esto hace que uno se dé cuenta por qué no se lleva bien con fulano: los dos podemos ser del camino del poder; y si uno es arquetipo guerrero y otro destructor, vamos a pelear", explica la profesora Ospina.

Restricción y Código

La teoría de la restricción es una herramienta que se basa en los principios socráticos y que busca formar en los estudiantes un pensamiento crítico y creativo, explica Helga Pérez. Lo importante es que los niños, antes de tomar una decisión, sepan por qué la toman y midan las consecuencias. "Primero se les enseña a resolver sus propias decisiones y después se trabajan las decisiones que deben tomar con los compañeritos de curso".

Por otra parte, el subproyecto Código de Policía para Bogotá pretende que los niños aprendan que la capital es la casa de todos, a la que hay que querer y respetar. "Se revisan las cuatro secciones del Código y por medio de carteleras, recortes de periódico y cuentos los muchachos aprenden más del comportamiento en la ciudad", señala Yenny Ayola Redondo.

Todos estos aspectos hacen parte de este "gran proyecto" encaminado a la construcción de un mejor ambiente escolar y al desarrollo de habilidades sociales que redunden en una mejor convivencia.

Escuela para conciliar y convivir
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Altablero No. 27, FEBRERO-MARZO 2004
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