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JOHANNA BLANCO BARRETO Y NATALIA LINARES VALDERRAMA (*)
Encuentros que enriquecen

Una oportunidad para vivenciar cómo la participación en el Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía modifica la forma de concebir una profesión, la vivencia de la sexualidad y el ejercicio de los derechos.

La educación, como un proceso continuo de construcción de conocimiento y desarrollo de competencias, no puede verse de manera fragmentada, divorciando la educación básica y la educación superior. Creemos que una tiene mucho que aportarle a la otra y viceversa.

En la educación Preescolar, Básica y Media se inicia el proceso de formación de seres humanos para que estos asuman su vida personal y profesional. La escuela se convierte así en el espacio por excelencia para potenciar aquellas actitudes, conocimientos y habilidades necesarias para participar en una sociedad y abordar los retos del mundo contemporáneo. Por su parte, la educación Superior, al cualificar estos procesos, imprime un enfoque investigativo a las prácticas profesionales, promoviendo la construcción de conocimiento. En el encuentro de los dos niveles se crea un diálogo que transforma.

Encontramos en esta interrelación dos formas de enriquecimiento: profesional y personal. Para los docentes de básica es una oportunidad de desarrollar competencias -comunicativas, cognitivas, científicas, emocionales- que a su vez les permitirán crear estrategias pedagógicas novedosas y pertinentes para lograr los desempeños que esperan de sus estudiantes. De manera recíproca, los docentes de educación superior pueden acercarse a las diferentes formas de trabajo colaborativo y de relación con la comunidad que se viven entre sus colegas de la básica.

Precisamente una de las críticas que con mayor frecuencia se le ha hecho a los programas de pregrado de las Facultades de Ciencias Humanas en Colombia, es su poca articulación con el contexto y con las necesidades reales del país, algo que se ha intentado cambiar con las prácticas y pasantías de los estudiantes. Sin embargo, en algunas ocasiones, éstas también se quedan cortas para mostrarle al futuro profesional la forma en que su trabajo debe intentar dar respuesta a los principales problemas sociales actuales.

Nosotras hemos sido afortunadas al tener la oportunidad de hacer nuestra práctica de Psicología Educativa en el Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía (PESCC), pues antes de noveno semestre creíamos que íbamos a cambiar el mundo y que debíamos ayudar a los demás; de esta manera, hemos descubierto roles que un/a psicólogo/a puede cumplir en las instituciones educativas. Pensábamos que nuestra labor era intervenir sobre algo o algunos, pero la participación en el Programa modificó radicalmente la forma de concebir nuestra profesión, la vivencia de nuestra sexualidad y el ejercicio de los Derechos Humanos Sexuales y Reproductivos.

También así comprendimos la misión social que cumple la escuela, como centro de formación de seres humanos y polo de desarrollo de su contexto. Poder aprender y construir con las comunidades educativas enriqueció nuestra visión sobre lo que es y debería ser la educación en nuestro país.

Acompañamos a docentes, directivos/as, estudiantes, padres y madres de familia a conformar mesas de trabajo para desarrollar proyectos pedagógicos transversales en educación para la sexualidad. Estas mesas los estimularon a ver el cambio como una forma de aprender y un reto para mejorar, promovieron la reflexión compartida y la interlocución entre los diferentes actores de la comunidad educativa.

Al poder interactuar en un ambiente donde la voz de todos y todas cuenta, pudimos descubrir la maravillosa labor que realizan los y las docentes día a día. Sin embargo, educar para la sexualidad, siendo una tarea de todos, en la realidad venía siendo una obligación de unos cuantos.

Todo ello requería crear espacios de concertación, debate y construcción de consensos, en los cuales los docentes descubrieron cómo, sin importar su área de conocimiento, podían aprender de sus pares, generar reflexiones de gran valor para mejorar su quehacer pedagógico y abrir canales de comunicación dirigidos al mejoramiento de la calidad educativa.

Participando en procesos de reflexión actitudinal y conceptual sobre el tema, pudimos darle un nuevo sentido a metodologías y enfoques de la Psicología, como el cognitivo, el sistémico y el social y, mejor aún, enriquecer nuestras bases conceptuales con la pedagogía, la sociología y otras ciencias sociales.

Pero nuestra experiencia va mucho más allá de lo personal. A través de las vivencias con las instituciones educativas fue posible llevar, a los salones de clase en la universidad y a nuestros diálogos con colegas y otros profesionales, aprendizajes y construcciones respecto a la educación como un proceso continuo que debe estar relacionado con la cotidianidad de las comunidades; la sexualidad como dimensión humana que se constituye en parte fundamental de los proyectos de vida de todos los seres humanos, y la ciudadanía como el poder que conlleva ejercer nuestros derechos y promover los de los demás. De esta forma, la educación superior -en este caso específico la Psicología- visibilizó otros espacios en donde tiene mucho que aportar y de los que tiene mucho que aprender.

Hoy sabemos que no hemos arreglado el mundo, pero por lo menos si hemos cambiado nuestra vida, nuestra manera de aproximarnos a las realidades de muchas instituciones educativas del país, y hemos tocado las vidas de muchas otras personas. De hecho, ha sido tan importante el Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía que, actualmente, continuamos trabajando para que cada vez sean más los/as niños/as, jóvenes y adultos que, como ciudadanos, puedan desarrollar competencias para tomar decisiones informadas, autónomas, responsables y libres frente a su sexualidad y ser sujetos activos sociales de Derechos Humanos Sexuales y Reproductivos.

(*) Profesionales del Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía.

Altablero, 47, Encuentros que enriquecen,
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Altablero No. 47, OCTUBRE-NOVIEMBRE 2008
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