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Una alumna identifica la utilidad del Programa en su vida diaria.
El Programa de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía se basa en un concepto de educación que parte de la realidad, de las situaciones que vivimos a diario dentro y fuera de nuestras instituciones educativas.
Este ha permitido que mis compañeros, compañeras y yo seamos sujetos practicantes de los derechos en la medida que hacen parte de nuestras vidas y son el fundamento para relacionarnos y participar en nuestro entorno socio-político; existe un aprendizaje que ya no es individual sino colectivo, en el que reconocemos a los demás como personas que tienen algo valioso que aportar y con quienes podemos construir comprensiones para un beneficio común.
En nuestros hogares el ejercicio de los derechos va desde cómo nuestros padres empiezan a respetar nuestra intimidad hasta valorar nuestras opiniones para tomar decisiones familiares: es la estrategia para participar, concertar y ponernos de acuerdo en los asuntos que nos incumben.
Esto no hubiera sido posible si el Programa trabajara desde la transmisión de información y no estuviera dirigido a la formación de las distintas dimensiones del ser humano. Tiene en cuenta al hombre como un agente transformador de su entorno, con completa autonomía y capaz de tomar decisiones pensando en su bienestar y en el de quienes lo rodean.
Con él se ha buscado promover el ejercicio de los derechos como una oportunidad para reconocer la dignidad de cada persona y así lograr una transformación positiva de su entorno. Los derechos los hemos comprendido como las normas que se ven en cada persona, que le brindan bienestar y protección a su integridad; y los deberes como el respeto y la no violación de los derechos del otro.
En mi colegio vemos el programa como una oportunidad para multiplicarle a otros pares nuestras nuevas comprensiones en el tema de la sexualidad y la ciudadanía; en este ejercicio encontramos un cambio que nos permite participar y actuar con el otro, no solo compartiendo conocimiento sino también experiencias vividas en lo cotidiano. Es así como, por ejemplo, hemos logrado que nuestros compañeros dejen de burlarse de las personas con orientación homosexual y reconozcan que ellas son igualmente valiosas, o que nuestros profesores estén más abiertos a escuchar nuestras inquietudes y nosotros más dispuestos a expresarnos sin temor a que nos regañen o nos juzguen.
Son estos pequeños cambios, generados por el Programa, los que han marcado la diferencia en la forma de relacionarnos en el colegio y fuera de él.
(*) Estudiante de grado 11° del Instituto Politécnico de Bucaramanga.
Altablero, 47, Jóvenes: actores de un vuelco |