Antes de 2001, el bar El Despecho era uno de los principales focos de problemas sociales de La Reliquia, barrio de invasión de Villavicencio, compuesto en su mayoría por personas de muy escasos recursos, desplazadas por la violencia. Después de esa fecha, la zona de tolerancia, de expendio de drogas y de alcohol fue reemplazada por una institución educativa, que en un comienzo estaba presupuestada para 30 estudiantes de primero de primaria, pero que en su primer día tuvo más de 300 matriculados. Se trata de la Escuela para la paz y la vida, un centro educativo hermano del colegio La Salle, que funciona desde hace 87 años en la capital del Llano.
La metodología adoptada por las nueve profesoras de los niños desplazados que viven en La Reliquia se inspira en la experiencia de Reuven Feuerstein, un pedagogo judeo-romano que diseñó instrumentos para potenciar el desarrollo del pensamiento en víctimas de la guerra. La teoría de aprender a aprender, la experiencia de aprendizaje mediado, se evidencia en actividades como el plan lector, que consiste en el abordaje integral de un texto desde las diferentes asignaturas; la semana del silencio y la lectura; el programa de enriquecimiento instrumental para el desarrollo del pensamiento; y las actividades de refuerzo del pensamiento.
Las iniciativas pedagógicas de las nueve maestras giran en torno a temas como el medio ambiente, la educación sexual y aspectos que tocan directamente a los desplazados, como el conflicto armado, la cultura de la legalidad y el proceso democrático. Pero también intentan darle un buen provecho al tiempo libre de los estudiantes, de allí que existan convenios con Batuta, que haya nivelaciones complementarias en lectoescritura y que se haya realizado un plan de estudios enfocado a la investigación científica.
Saber sin estratos
Educar a niños desplazados por la violencia les ha implicado a las docentes de la Escuela para la paz y la vida una sensibilidad social muy alta y una fuerte preparación académica en metodologías de abordaje de este tipo de problemáticas. Así lo confirma la profesora Elizabeth Hernández, coordinadora: "Nos ha tocado leer mucha teoría sobre refugiados y estamos compartiendo una experiencia con el colegio La Salle de Argentina sobre educación popular con niños de escasos recursos". Casualmente el país austral es uno de los que más ha aplicado la teoría de Feuerstein.
Pero quizás uno de los aspectos más curiosos y admirables de esta experiencia es que los docentes, convencidos de la necesidad de insertar a sus alumnos en la sociedad, han querido suscitar una convergencia periódica de los niños de la escuela con sus compañeros del colegio La Salle para adelantar proyectos en común. No es una integración cualquiera, pues los estudiantes del colegio pertenecen a los estratos cinco y seis y han puesto todos sus conocimientos al servicio de los niños desplazados. "Ellos son los que los preparan para la primera comunión, los alfabetizan en religión y artes y, además, recogen implementos y útiles escolares para los pequeñitos el día del colegio".
En este momento la escuela cuenta con cobertura total para toda la primaria y proyecta conformar un colegio agropecuario que pueda recibir a sus egresados para que cursen el bachillerato. Esa será otra iniciativa en donde el ideal de educación que mueve a docentes como Elizabeth Hernández se ponga en práctica: "Enseñar es dar amor, dar vida, es ayudar a crear y construir sueños para cumplirlos, es acompañar".
(*) La Escuela para la paz y la vida fue una propuesta del padre lasallista Alberto Pabón Meneses. Este proyecto fue acreedor el año pasado del premio del Ministerio de Educación Nacional a una de las ocho mejores experiencias significativas: Todos sumamos, todos contamos.
Nueve profesoras atan iniciativas |