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Educar para el mundo productivo

Estas son las competencias laborales generales y específicas. Alternativas de desarrollo en las instituciones educativas. El papel del maestro y de la familia.

El mundo del trabajo es un escenario fundamental para el desarrollo personal de los individuos. En él se despliegan sus talentos y se definen rasgos de personalidad como la autonomía y la estabilidad. Desde allí, se construyen el patrimonio y el proyecto de vida. Prepararse para el mundo del trabajo, no es sólo la opción de vincularse al mundo laboral a través del empleo, sino también la capacidad de generar unidades asociativas, cooperativas, empresas unipersonales o iniciativas de autoempleo.
En el pasado no parecía necesario comenzar esta formación desde la misma escuela. Pero las exigencias de los tiempos modernos han llevado a la comunidad educativa a pensar en cómo formar a los niños, niñas y jóvenes para enfrentar su propia vida y darles instrumentos que les permitan utilizar sus conocimientos y desarrollar las destrezas necesarias para incorporarse al mundo productivo.

Por ello, además del desarrollo de competencias básicas y ciudadanas, es indispensable que las instituciones educativas desarrollen en los estudiantes competencias laborales, entendidas como un conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes y disposiciones, que les conduzcan a trabajar en equipo, lograr resultados en una organización o unidad productiva y los habilite para conseguir un empleo, generar su propia empresa o negocio, mantenerse en la actividad que elijan y aprender elementos específicos del mundo del trabajo.

Estas competencias laborales pueden ser generales o específicas. Las generales están referidas a los conocimientos y las capacidades que le permiten a una persona actuar en un entorno social amplio o laboral. No están ligadas a una ocupación en particular, ni a un sector económico, cargo o actividad productiva, pero la habilitan para ingresar al mundo del trabajo y progresar en él. Las competencias específicas están relacionadas con un campo de ocupación. Es decir, su aprendizaje habilita a la persona para desempeñarse eficazmente en una ocupación o un grupo de ocupaciones.

Competencias laborales generales

Las competencias laborales generales están asociadas al desarrollo de capacidades como trabajar en equipo, asumir responsabilidades, relacionarse con otros, orientarse a resultados, utilizar información y gestionar recursos, entre otras. Son transferibles de un campo de acción a otro, y por lo mismo, se aplican en cualquier sector económico, nivel o cargo.

Recogiendo algunos estudios y experiencias nacionales e internacionales, se han propuesto cinco tipos de competencias laborales generales.

Las primeras son unas competencias intelectuales, relacionadas con la capacidad de poner las habilidades de pensamiento al servicio de la solución de problemas dentro de una organización. La memoria, la atención, la concentración, la solución de problemas, la toma de decisiones y la creatividad.

En segundo lugar, las competencias personales, referidas a condiciones propias del individuo y su autoconocimiento: emociones, talentos y potencialidades en la interacción con otros, inteligencia emocional, condiciones éticas y morales, capacidad asertiva y adaptación al cambio.

El tercer tipo de competencias generales son las interpersonales, que guardan relación con la capacidad de trabajar en equipo, solucionar conflictos, ejercer liderazgo, ser proactivo en las relaciones interpersonales e interactuar con otros para obtener resultados.

Las cuartas competencias son organizacionales y tienen que ver con situaciones propias de una organización o una empresa. Entre ellas, la orientación al servicio, la capacidad de referencia y aprendizaje de prácticas de éxito, así como la habilidad para gestionar y manejar información y recursos.

En quinto lugar están las competencias empresariales o de generación de unidades productivas, asociadas con las capacidades, en un nivel básico, de identificar y leer oportunidades del entorno, manejar riesgos e incertidumbres y administrar las finanzas propias o de una unidad productiva. Estas competencias están relacionadas además con la destreza para mercadear y vender productos y servicios, y para establecer planes y proyectos de negocios.

Aunque estas son las competencias laborales generales más importantes, las instituciones educativas pueden detectar, junto con el sector productivo de su entorno local, otras competencias laborales generales con miras a desarrollar nuevas habilidades en sus estudiantes.

Una apuesta pedagógica

Todas las instituciones, académicas y técnicas, pueden desarrollar en sus estudiantes competencias laborales generales, que les permitan incorporarse al mundo productivo. Si se tiene en cuenta que la institución educativa es en sí misma una organización, es posible desde allí mostrarles a los alumnos elementos propios de la dinámica del mundo laboral. Una institución educativa que desarrolla competencias laborales generales, puede generar una cultura institucional en la que la participación, la generación de ideas, la iniciativa y el contacto con el entorno, hagan parte de la vida cotidiana estudiantil.

La formación laboral es responsabilidad de todos los niveles de educación. Si bien este compromiso se debe asumir de manera particular en la educación media, con jóvenes entre los 15 y 17 o 18 años, inclusive se puede comenzar mucho más temprano, desde la educación básica secundaria, con niños entre los 10 y los 15 o 16 años.

El desarrollo de competencias laborales generales implica un giro para las instituciones académicas, que no tenían la formación para el trabajo como parte de su proyecto pedagógico. También significa un reto para las instituciones de la media técnica y aquellas otras que ofrecen especialidades o modalidades, o instituciones educativas diversificadas tipo Inem, que ofrecen una formación centrada en destrezas y habilidades para el trabajo en puestos muy específicos. Para estas últimas, la apuesta es desarrollar, por un lado, estas competencias laborales generales y, a la vez, ampliar su visión de las competencias específicas, para adaptarse a las cada vez más cambiantes necesidades y oportunidades del mundo productivo.

En este orden de ideas, las instituciones educativas pueden orientar la formación laboral a través de la definición de su Proyecto Educativo Institucional, reconociendo las potencialidades productivas del entorno y los intereses profesionales de sus estudiantes. También pueden articular esta formación a la práctica pedagógica, incluyendo las competencias laborales al plan de estudios, ubicando los contenidos académicos en contextos laborales y trabajando por proyectos que les permitan aplicar soluciones referidas a situaciones del mundo productivo.

Del mismo modo, las instituciones pueden establecer alianzas con el sector productivo para que sus estudiantes realicen observaciones pedagógicas empresariales y prácticas laborales, así como identificar experiencias -trabajos temporales o de vacaciones- para compartirlas, reflexionar sobre las competencias que estas actividades les exigen y determinar oportunidades de aprendizaje y mejoramiento.

El camino más eficaz para desarrollar estas competencias es la práctica. Es decir, aunque los talleres de formación en contenidos sobre estas competencias son importantes, lo fundamental es la acción que los estudiantes puedan emprender alrededor de las competencias laborales.

Vale resaltar que la familia y las tareas diarias de un hogar son un escenario en el que también se pueden desarrollar competencias laborales: hacer el mercado, arreglar la casa y cuidar a los hermanos, son actividades que implican la distribución de roles y responsabilidades, la toma de decisiones, el manejo de recursos, el compromiso con resultados y la orientación hacia el servicio. En la medida en que los padres y madres hagan explícito y compartan estos asuntos, la familia se convierte en otro eje de la formación de competencias laborales generales.

Competencias laborales específicas

Las competencias laborales específicas están referidas a conocimientos y destrezas en oficios específicos. Su desarrollo es más factible en la educación media, donde los vínculos entre las instituciones de educación y el sector productivo son más cercanos. Si la institución educativa posibilita una relación entre los estudiantes y ese sector productivo, los alumnos tendrán una inigualable oportunidad de explorar su interés profesional y laboral, actualizarse en el desarrollo de la tecnología y familiarizarse con las dinámicas de cada área del conocimiento.

Los programas de formación en competencias laborales específicas deben tener en cuenta una clasificación general de ocupaciones, que retome, a su vez, las demandas del sector productivo. En este campo, el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) es un aliado fundamental y una fuente de información para las instituciones educativas. Precisamente, el Sena diseñó la Clasificación General de Ocupaciones como un instrumento para clasificar y organizar las ocupaciones por áreas de afinidad y por nivel de calificación o requerimientos en términos educativos.

En complemento, viene trabajando, en conjunto con los empresarios a través de mesas sectoriales, en la definición de unidades de competencia, que describan los conocimientos necesarios para desarrollar esa competencia, los desempeños esperados y la forma de evaluarla.

Alianzas estratégicas

La formación de competencias laborales específicas exige el contacto del estudiante con el mundo real. Las instituciones educativas pueden diseñar y utilizar diversos mecanismos para lograrlo. Están en capacidad de emprender planes de mejoramiento específicos que aseguren una mayor pertinencia de sus programas. Articular áreas académicas y técnicas para una mejor utilización del material didáctico y espacios físicos, como laboratorios y talleres. Posibilitar alianzas con el sector productivo para desarrollar los programas de formación en conjunto y garantizar prácticas empresariales a sus estudiantes. Integrar y homologar sus programas con la oferta del Sena, que aumenten las oportunidades de continuidad educativa.

De otra parte, y además de incluir el desarrollo de competencias laborales específicas en su proyecto pedagógico, las instituciones educativas pueden propiciar la participación de sus estudiantes, durante la jornada complementaria, en los programas de formación que ofrecen algunos centros de enseñanza, instituciones de educación no formal, empresas, gremios, universidades, Centros Auxiliares de Servicios Docentes (Casd) y Centros de Recursos Educativos Rurales (Crer).

De forma adicional, es posible fomentar alianzas con el sector productivo para establecer contratos de aprendizaje que beneficien a los estudiantes de más bajos recursos, así como su vinculación por períodos prolongados para el desarrollo de sus prácticas laborales.

Finalmente, las instituciones y colegios técnicos y tecnológicos pueden incentivar a los estudiantes a seguir su tránsito hacia la educación superior, por medio del diseño de planes de estudio por ciclos, módulos o créditos, y la creación de rutas o itinerarios de formación que permitan que los aprendizajes obtenidos en la media, sean homologados y validados en los programas técnicos y tecnológicos de la educación superior. De tal manera, Media y Superior pueden dialogar y tener referencias comunes. Vale la pena aclarar que sólo los colegios que tengan programas acreditados podrán generar esta articulación.

Acreditación de calidad

Para asegurar y garantizar la calidad y la pertinencia de la formación laboral, el Ministerio de Educación Nacional definirá la reglamentación para la acreditación y dará lineamientos a las Secretarías de Educación sobre los procesos y los organismos acreditadores, que bien pueden ser empresas, gremios, universidades, centros de desarrollo tecnológico u otros.

Podrán acreditarse aquellas instituciones que quieran y demuestren su capacidad para hacerlo. En este sentido, sólo se acreditarán las instituciones con programas de formación en competencias laborales específicas que demuestren tener un proyecto educativo institucional con enfoque de formación en competencias laborales, un vínculo estrecho con el sector productivo, espacios para prácticas de sus estudiantes, un ejercicio interno de actualización docente, e infraestructura y equipos específicos, propios o en alianza con quienes los tienen.

Las instituciones educativas que actualmente cuentan con programas de formación en competencias laborales específicas, pueden diseñar planes de mejoramiento que evidencien la cercanía con el sector productivo y el Sena.

El papel de los maestros

Aunque muchos maestros reconocerán en su práctica pedagógica el desarrollo de algunas competencias generales, es importante que esta formación se haga explícita. En el caso de las competencias laborales específicas, la actualización docente es fundamental. Es preciso que los maestros conozcan también los contextos laborales y las oportunidades de sus regiones. Además, es necesario que los maestros cuenten con las competencias laborales generales para facilitar el desarrollo de las mismas en sus estudiantes y crear así ambientes en el aula donde estas competencias se desarrollen a partir de la práctica.

En síntesis, el desarrollo de competencias laborales implica una articulación de las instituciones educativas con el sector productivo de su entorno local, para responder a demandas específicas y abrir espacios de observación y práctica que les permitan a los estudiantes explorar intereses profesionales y productivos y ejercitar las competencias laborales.

Educar para el mundo productivo
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Altablero No. 23, AGOSTO 2003
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