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Uno para todos y todos para uno

Para comenzar, su nombre viene de la cultura indígena Guane y significa vara florida. Segundo, los fósiles encontrados en la zona que componen Butaregua, Guane y Barichara, demuestran que al principio de los tiempos por ahí pasaba el mar. Luego, la formación rocosa y el cañón del Chicamocha, hacen cierta la expresión de que se construyó piedra sobre piedra. Tanto así, que ahora es reconocido a nivel nacional e internacional por la destreza de sus artesanos, talladores y escultores. Fueron ellos quienes hicieron la catedral y también sus calles. Es verdad que falta el agua y la tierra es seca, pero su color es profundo y amarillo, y para la historia registran dos hechos fundamentales: por allí pasó Bolívar y también nació Aquileo Parra, el primer y único presidente santandereano de Colombia.
Precisamente, así se llama el colegio que ahora sirve de ejemplo nacional en materia de integración de instituciones educativas: el Instituto Técnico Industrial Aquileo Parra.

El proceso comenzó en el 2000 cuando por resolución departamental se fusionaron en uno sólo los tres colegios de bachillerato, continuó en julio de 2002 con las tres escuelas urbanas de primaria y, hasta la fecha, con seis de las 17 escuelas rurales que operan en el pueblo y que ofrecen desde preescolar hasta quinto de primaria. Vale decir que en Barichara cada una de las veredas tiene su escuela.

En el casco urbano se fusionaron entonces las escuelas de primaria de Santa Bárbara, la Sagrada Familia y la Rafael Afador y Cadena. En secundaria, se unieron el Instituto Técnico Aquileo Parra, el colegio de la Sagrada Familia y el Instituto de Promoción Social. Cada uno de ellos con una característica especial. El primero atendía la demanda de los muchachos del pueblo y ofrecía las especialidades en electricidad y electrónica, dibujo técnico, mecánica industrial, automotriz y metalistería. El de la Sagrada Familia era para las señoritas y se orientaba hacia el comercio. Y el tercero, recibía a los jóvenes de la zona rural, promoviendo las áreas agrícola y pecuaria. La última fase del proceso ha sido la integración de las seis escuelas rurales de las veredas de Montecitos, Arbolito, Guayubí, Lubigará, Higueras y Los Cauchos.

Las torres de babel

La primera dificultad era previsible: en un pueblo pequeño el hecho de que sus 12 mil habitantes se conozcan y se saluden no implica que puedan conversar sobre el mismo tema. Ese fue el primer efecto de la integración. Nunca se habían sentado en la misma mesa a conversar sobre la educación que se les podía brindar a los aproximadamente 2.300 niños y jóvenes del pueblo, los profesores de cada uno de los colegios y escuelas urbanas y rurales; el rector y el alcalde con el director de núcleo y los coordinadores; y el alcalde con su comunidad.

La meta del alcalde, don Genaro Peñalosa, un hombre de 75 años al que aparte de reconocérsele su autoridad se le honra como un abuelo al que le rinde la plata del municipio, era que los niños tuvieran la oportunidad que él no tuvo de estudiar porque sus padres no tenían los medios económicos. "Desde que yo entré, a los niños se les paga la matrícula, la pensión, el paquete escolar, se les da el almuerzo y este año el municipio paga 11 carros para que los recojan en la mañana y por la tarde regresen a sus veredas. Lo único que quiero es que todos se capaciten, que aprendan a ser buenos ciudadanos, que sepan que se puede trabajar por la comunidad sin esperar que se llenen los bolsillos, que les quede la satisfacción de ver los frutos que ayudaron a sembrar y a cultivar en su propia tierra. La integración facilita las cosas. Nos permite unir esfuerzos y sacar proyectos adelante".

En palabras del actual rector, Henry Bohórquez Sosa: "Yo llegué en octubre y encontré unas instituciones que se habían integrado en el papel. Entre julio y noviembre de 2002 hubo una pausa, un silencio. El proceso comienza a aterrizar en noviembre cuando nos sentamos por primera vez a hablar de un solo colegio. Por supuesto, cada uno llegó acompañado de estigmas y prevenciones. Los profesores de primaria, los de bachillerato. Los alumnos del Instituto, los de Promoción, los de la Sagrada Familia. Y era lógico porque aquí lo que había funcionado en términos de escuelas y colegios eran las llamadas repúblicas independientes que tendían a ser torres de babel".

Una veredita alegre

El primer paso fue entonces la unión física. Es decir, convertir las instalaciones de los antiguos colegios y escuelas en sedes. Se nombró un solo rector, se dejó una sola secretaría con tres funcionarias y, por supuesto, una junta de padres de familia. El bachillerato tiene dos sedes y la primaria tres, distribuidas la primera desde preescolar hasta primero; la segunda, segundos y terceros; y la tercera, de tercero a quinto. En este último caso, tuvieron el cuidado de bautizar las sedes con los nombres anteriores para evitar las críticas que se vinieron encima por tradición cultural.

En las instalaciones del Aquileo funciona la biblioteca, una de las más completas de Santander, producto de la unión de entidades gestoras que donaron libros como la Biblioteca Nacional, el consorcio cultural Fundación San Lorenzo, la Universidad de América, la Universidad Autónoma de Bucaramanga, la Universidad Central, la Universidad Externado de Colombia y el Instituto Caro y Cuervo, que se encargó de clasificar y capacitar a las bibliotecarias.

Funcionan, además, un laboratorio de inglés, una sala de apoyo a la aplicación informática y una sala de informática. Según don Genaro, el alcalde: "Acabo de inaugurar una sala de informática para 28 computadores y ya conseguí 24. Unos me los regaló el SENA de segunda y el resto los compré yo. El fin de esta sala es que los niños de las escuelas rurales puedan venir y vayan aprendiendo qué es un computador y para qué sirve, mientras pueden hacer su bachillerato."

En la escuela Nueva Montecitos, la noticia de los computadores ha sido grata. Sus 40 alumnos ya han visitado la sala y sus madres también le han sacado tiempo. Esta es una de las seis escuelas rurales, que manejando la metodología de escuela nueva, se ha unido al proceso que está viviendo Barichara.

El director de Núcleo, Germán Ignacio Gutiérrez, lo explica de manera sencilla: "Elaboramos nuestro mapa educativo integrando estas seis escuelas al Aquileo Parra, tomando en consideración que son las más cercanas al estar a 5 kilómetros del pueblo, y las 11 restantes las integramos a dos centros educativos rurales, cada una con su respectivo director y con autonomía para manejar unas metodologías más flexibles".

Lo que ha sucedido en la práctica es que el colegio ha adoptado la metodología de Escuela Nueva, en el sentido de capacitar a sus maestros y alumnos para conocer y entender la metodología que manejan las escuelas rurales. "De esta forma, les evitaremos dificultades a los estudiantes de la zona rural que hagan el tránsito. Igualmente, al interior del consejo académico, ya se está haciendo la revisión y los ajustes al Proyecto Educativo Institucional (PEI) para responder a las distintas metodologías que maneja el colegio: Graduada en el nivel primaria; tradicional - técnica, de sexto a undécimo; Escuela Nueva, en la parte rural; y Sistema de Aprendizaje Tutorial (SAT -bachilleratos rurales). El proceso hasta ahora comienza. Yo creo que en cuatro o cinco años vamos a estar consolidados. Ya nos dimos cuenta que no hay abismo que nos separe", concluye Gutiérrez.

Para la profesora Rosario Velásquez, de la Escuela Nueva Montecitos y quien lleva 20 años en ella: "Esta integración es un intercambio social, cultural y de la comunidad. Tenemos encuentros interveredales. A eso unimos la metodología de Escuela Nueva que ha sido maravillosa. Este cambio ha aumentado mis deseos de continuar en el oficio. Me siento más en el cuento. Hay más apoyo, más colaboración en todo sentido. No solamente en la parte educativa, sino también en la comunidad. Hay niños aquí que tienen unas ideas maravillosas. Yo creo que vamos a tener grandes científicos. El colegio nos da la biblioteca, el hospital nos deja conocer los laboratorios y los médicos les dictan charlas."

Lo mismo opina Alba Lucy, madre de tres niños, dos de ellos estudiantes de segundo y quinto grado: "Me gustaría que mis hijos fueran ejemplo de educadores más adelante. Yo fui alumna de la profesora Rosario, pero por falta de dinero no puede seguir estudiando. Terminé el quinto. Lo que mis hijos no entienden aquí, lo pueden investigar en la biblioteca del colegio y nosotros vamos aprendiendo con ellos. Yo, por ejemplo, no sabía nada de inglés y ahoya ya sé algunas palabras".

Un colegio y una sagrada familia

La segunda parte fue la integración pedagógica y académica, que tuvo su base en la reunión de los 47 profesores del casco urbano para construir el PEI. Antes de hacerlo, tomaron la decisión de realizar una evaluación institucional, adoptando el mecanismo DOFA de planeación estratégica. Así, detectaron debilidades, oportunidades, fortalezas y amenazas.

"Había que romper el hielo y buscar algo que nos uniera. A partir de la búsqueda conjunta de estos cuatro factores comenzamos a planear nuestros proyectos. El proceso comenzó buscando que las fortalezas nos sirvieran para minimizar las amenazas, que las debilidades pudiéramos volverlas fortalezas. La gente se fue metiendo en el cuento. Los profesores de primaria y bachillerato se mezclaron. Una vez descubrieron que hablaban un solo lenguaje, que compartían las mismas dificultades, el diálogo comenzó a tener sus frutos y todos empezaron a botarle corriente a la misión, a la visión, a la filosofía y al perfil del estudiante. Ya era un solo colegio. Y debíamos planear juntos de primero hasta undécimo", señala el rector.

Para hacer esta planeación, el rector propuso la especialización. De esta manera se rompió el esquema de que a un solo maestro o maestra le correspondiera un grado y dictara todas las materias. Según Henry Bohórquez: "Nosotros optamos por tomar hojas de vida de diferentes especialidades y a partir del tercer grado tener profesoras diferentes para cada materia. Así se profundiza más en una sola asignatura y el niño descansa, cambia de aula y de ambiente y se concentra mejor. Apuntamos a que la profesora o profesor que dicta ciencias en tercero, cuarto y quinto hiciera planeamiento con los profesores de sexto, séptimo hasta décimo. Ahora estamos manejando un solo idioma en ciencias naturales, realizamos un solo planeamiento, unificamos los indicadores de logro y rompimos el divorcio entre primaria y bachillerato".

Otro tanto sucedió con los alumnos. Al inicio a todos les costó trabajo desprenderse de la idea de pertenecer a diferentes colegios, pero poco a poco las actividades fueron generando un ambiente especial. Los muchachos de bachillerato comenzaron a oír propuestas interesantes en los niños de primaria. Los más pequeños se enteraban por fin de lo que hacían los más grandes y podían entrar a los mismos lugares. Los mayores se han convertido en instructores de los menores y algunos de ellos manejan grupos de semilleros en primaria.

Promoción, integración, promoción

Los resultados son dicientes. Todos los estudiantes se encuentran ubicados en su edad escolar. Es decir, no existe extraedad. El sistema ha disminuido la deserción, que obligaba a muchos niños, sobre todo de zonas rurales, a abandonar sus estudios al finalizar su quinto grado. Lo mismo en el paso de octavo a noveno. Hoy el total de alumnos en el municipio es de 2.083; 690 los estudiantes del sector rural en primaria, 288 alumnos del sector urbano en primaria, 875 en bachillerato y 230 bajo el método de Sistema Tutorial, SAT. Sin embargo, continúan por fuera del sistema 120 niños del sector rural en condiciones de extrema pobreza y 2 más en el sector urbano.

Aunque todavía faltan muchas metas por alcanzar, el rector es optimista. "La pobreza es espiritual. Barichara es un municipio pobre, pero son muchos los recursos que no estamos aprovechando y que podemos utilizar. La integración primero fue asumida a regañadientes, pero ahora estamos navegando bien. Yo pensaba que la integración era sólo para ahorrar recursos, pero con la práctica he ido cambiando de idea. La integración le apunta a la calidad. Es cierto que se racionalizan y optimizan los recursos, pero también es cierto y eso es lo más importante, que se unen la primaria y el bachillerato en un solo lenguaje pedagógico."

A partir de este año, los estudiantes del Aquileo deben cumplir un requisito para obtener su grado, presentar un proyecto. Puede elegir una de tres modalidades: Primera, ser vigía del patrimonio cultural de Barichara, declarado monumento nacional, y convertirse en guía y multiplicador. Segunda, desarrollar proyectos de promoción social en cultura del agua y ambiental, con el fin de ayudar a los campesinos a acceder al incentivo forestal de FINAGRO y la Corporación Autónoma de Santander. Y tercera, poner a caminar un proyecto de cofinanciación con alguno de los campesinos en el mejoramiento de raza, especialmente vacunas o en el sector agrícola.

El acalde también tiene sus planes: "El municipio compró las instalaciones del antiguo Instituto de Promoción Social y Comercio con el fin de organizar una universidad. Estamos luchando para volverlo realidad. Hace un tiempo vino la Universidad Autónoma de Bucaramanga y nos dio posibilidades. Están interesados en montar un colegio agropecuario para graduar tecnólogos en el ramo de la agricultura. Quieren implantar un programa de infraestructura turística y otro programa para la venta del tabaco. Ellos nos van a montar carreras técnicas y tecnológicas. Así, cuando los muchachos de la zona rural terminen su bachillerato ya tienen dónde entrar".

En Barichara hasta las ceremonias de grado han cambiado. Ahora el pueblo celebra en grande la promoción de sus nuevos bachilleres en una sola fiesta que reúne a la hija de la escultora francesa Muriel Garderet, con los hijos de sus asistentes en el taller y en la casa, con el hijo del arquitecto que buscó un lugar tranquilo para vivir lejos de la ciudad, con los hijos de los artesanos, con los hijos de los campesinos de las veredas. El mayor orgullo de los padres y habitantes de Barichara es que desde hace tres años los resultados del Icfes clasifican a sus jóvenes en nivel medio alto y que el cincuenta por ciento de ellos está estudiando en la Universidad Industrial de Santander. Ahora, con la integración, la apuesta es subir el porcentaje.

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