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Caminos para crear un nuevo mundo rural

La problemática de la educación rural desde la óptica de un empresario, un secretario de Educación, un maestro y rector de una Escuela Normal y un decano de una Facultad de Educación.

AT: ¿Qué significa hoy una mejor educación para el campo?

F Parra (FP): Una educación pertinente que identifique y entienda lo rural, el pensamiento del campesino, sus aspiraciones, sus conceptos de escuela y de desarrollo, que ayude al niño y joven campesino a ubicarse en el mundo desde el conocimiento, la sociedad, la producción y el espacio que ocupa el sector rural en el desarrollo nacional. Una educación universal, que realce y valore lo rural, pero sin desconocer sus interrelaciones con lo urbano.

Tenemos que educar con calidad para que la gente viva mejor en su espacio rural, que se está transformando rápidamente. La escuela, urbana o rural, tiene que facilitarles el desarrollo de habilidades de creación e innovación y darles, con los elementos actuales de las tecnologías, herramientas para entender el mundo en su complejidad, el papel de la ciencia, pues no se puede dejar a los campesinos aislados, convirtiéndolos en personajes de museo. Pensar, exclusivamente, en ofrecerles formación desde los procesos prácticos agrícolas es mantenerlos en lo preindustrial, sin que logren modernizarse y perdiéndole el ritmo a la tecnología. Una formación sólo técnica se pierde por el avance rápido de la tecnología y se vuelve deleznable.

Gabriel Silva (GS): primero quiero hablar de la visión de la educación rural que tenemos en la Federación Nacional de Cafeteros y que trasciende los enfoques productivistas o economicistas. La concebimos como la contribución al fortalecimiento del tejido social y a la formación del ciudadano del nuevo mundo rural, capaz de producir café y otros productos de categoría mundial, que ve en lo rural un proyecto de vida en el cual es capaz de convivir, perdurar, producir y ser feliz. Además, valoramos el saber social, ese conjunto de conocimientos, prácticas, tradiciones, valores e instrumentos que le permiten a una sociedad sobrevivir, convivir, producir y darle sentido a la vida.

Desde hace mucho sabemos que a mayor educación de los productores, mayor productividad del predio por hectárea. Aquellos con educación universitaria producen 112,4 arrobas por hectárea; los que cuentan con educación secundaria, 93,4 arrobas en promedio; los que cursaron primaria, 67,3 arrobas, mientras que la productividad de los caficultores sin ningún nivel de escolaridad no pasa de las 50 arrobas por hectárea. Sabemos, también, que para la caficultura es vital avanzar en la cadena de valor del café, mantener y elevar la competitividad y sostenibilidad del sector. El mundo globalizado, así como el entorno en el que se desenvuelve el mercado mundial del café, exige que Colombia incorpore el conocimiento científico y la innovación mucho más que antes. La generación y uso del conocimiento y, por lo tanto, la educación juegan un papel predominante en el bienestar hoy en día.

Una mejor educación para el campo significa, entonces, no sólo el consabido mejoramiento en el acceso, permanencia, pertinencia y calidad, de tal forma que desaparezcan las diferencias con la contraparte urbana, sino también una educación que le permita al caficultor colombiano de hoy ser un ciudadano del nuevo mundo rural que convive y participa; tener visión de otras instituciones económicas, de otros actores sociales; hacer parte de la modernidad, (saber usar las TIC); actuar y verse como un empresario del café; tomar decisiones con información, criterio y capacidad analítica; tener la convicción de que debe producir la mejor calidad de café; innovar permanentemente.

Todo esto significa, igualmente, contar con escuelas mejoradas, dotadas, conectadas al mundo global, con docentes y directores capacitados; que como los Centros Regionales de Educación Superior (Ceres), abran oportunidades pertinentes a quienes de otra manera no podrían acceder a la educación.

Libardo Perdomo (LP): Sí. Para mí, una mejor educación es construir una alternativa que potencie los saberes de la comunidad rural, a través de Proyectos Pedagógicos Productivos, en donde la vida del niño y joven rural entre al aula y se convierta en método y contenido de aprendizaje. La producción se entiende desde una perspectiva integral, en la que se articulan los procesos pedagógicos a la producción de bienes materiales, académicos, sociales, culturales y afectivos. Para ello se requiere problematizar y transformar los modelos educativos flexibles rurales, tales como Escuela Nueva y otros, además de posibilitar unas mejores condiciones de vida para las familias campesinas.

Es también apoyar los procesos de formación de maestros para el campo de las escuelas normales, dándoles un trato diferencial con respecto a las otras instituciones educativas, en cuanto a recursos humanos, financieros...

Juan Mauricio Arias (JMA): Creo que una mejor educación para el campo debe tener tres grandes características: la primera, estar en la definición de una política pública para la educación rural, aspecto en el que el Ministerio de Educación ya tiene significativos avances con el Proyecto de Educación Rural (PER). En esa política es fundamental la contextualización cognitiva y cultural de la educación: asumir la pertinencia del conocimiento como punto de partida y de llegada. Por eso, considero indispensable la recomprensión del papel de la escuela, hoy llamado centro educativo, desde un planteamiento educativo en perspectiva de territorio que permita la dinamización de las potencialidades comunitarias en clave regional. La segunda característica se refiere a la investigación para la nueva ruralidad desde y con las comunidades: hay que reconocer la deuda social que tenemos las universidades, ya que sin investigación será muy complejo que la educación, el medio rural pueda enfrentar los múltiples problemas y retos derivados del actual cambio de época. Y la tercera, la necesidad de plantear una nueva formación de maestros para la nueva ruralidad, una formación hacia una educación humanista, hacia los derechos humanos, hacia la generación de competencias laborales generales y específicas que tengan relación directa con las potencialidades humanas, productivas y sociales de las comunidades y del territorio regional.

En conclusión, es abordar una política pública que tenga en cuenta las ruralidades del país, los planteamientos de la nueva ruralidad, la investigación y el cambio en la formación de los formadores.

AT: En materia de educación, ¿qué podría hacerse para lograr la equidad, sobre todo cuando se piensa en las diferencias que se dan entre las zonas rural y urbana?

GS: Para cerrar esas terribles y tradicionales brechas hay que dejar de tratar por igual lo que no es igual. La realidad rural es muy diferente a la realidad urbana, las carencias rurales son muy distintas; es más, el mismo sector rural es desigual en sí mismo. Por lo tanto, lo primero es que los actores, y en especial los "hacedores de política", reconozcan esos mundos desiguales y diversos, y planeen, actúen, participen, ejecuten y desarrollen estrategias, programas y acciones en virtud de estas diferencias.

Eso es algo que hemos reconocido desde el mundo del café y desde las instituciones cafeteras. Por eso hablamos de que el café es un capital social estratégico, y en el campo educativo hemos apoyado decididamente, y sólo por mencionar algunos ejemplos, modelos educativos pertinentes y de calidad como Escuela Nueva, reconocida internacionalmente como una de las mejores del mundo, al igual que la Post-primaria rural con metodología de Escuela Nueva. Asimismo, otros programas que promueven la participación, la institucionalidad y el empresarismo, como Juventud Rural de la Fundación Manuel Mejía; hemos creado innovaciones educativas pertinentes para el sector como Escuela y Café e introducido nuevas formas de utilizar las TIC en educación rural con Escuela Virtual; con el Ministerio de Educación hemos capacitado docentes rurales de Escuela Nueva a través de las TIC, y apoyamos políticas como la de los Ceres en las instalaciones de la Fundación Manuel Mejía en Chinchiná.

Esa es la única manera, real y eficaz, de reducir esa diferencias: creando, innovando modelos, programas, que sean absoluta y totalmente pertinentes a la realidad rural y al mundo del café.

En el propósito de reducir esas diferencias, los aportes que más se requieren en el sector cafetero en este momento son tres: en primer lugar, para mejorar el acceso hay que dar un paso adelante en la flexibilidad de los modelos de Escuela Nueva, de tal forma que se pueda adelantar la básica formalmente y desde una escuela, de manera semi-presencial; en segundo lugar, hay que aumentar dramáticamente la conectividad de las zonas rurales y de las escuelas, porque las diferencias son enormes: ¡menos del 10% de las escuelas rurales tienen computador con conectividad! En tercer lugar, hay que hacer un esfuerzo inmenso para mejorar la infraestructura y dotación de las escuelas rurales.

Reducir esas diferencias exige, igualmente, una gran responsabilidad social y apoyo del sector privado a la labor del Estado en relación con su obligatoriedad en materia educativa. En otras palabras, el sector privado también tiene instrumentos para contribuir a reducir esas grandes desigualdades: apoyar las obligaciones del Estado obrando como un catalizador de éste y de su actividad y ejecutorias. Por eso, precisamente, la Federación firmó un convenio con el Ministerio de Educación para respaldar su labor en programas específicos, que beneficien la educación básica, media y superior de la población cafetera rural.

Históricamente, la Federación Nacional de Cafeteros ha apoyado y trabajado con las instituciones del Estado en la consecución de las metas de cobertura, pertinencia y calidad de la educación rural. Ha sido un esfuerzo significativo que se refleja en las estadísticas para la educación básica, de las zonas rurales de los departamentos cafeteros.

FP: La única forma de lograr la equidad es brindarle a la sociedad campesina las mismas garantías de la educación urbana, para que salga de la marginalidad en que está la mayor parte del sector rural, y entre al mundo moderno. Eso implica cambios en el sistema educativo, en la formación de maestros, proporcionándoles espacios para entender el conocimiento contemporáneo y cómo se crea desde ahí.

Es pertinente pensar en políticas públicas que duren en el tiempo y mejoren paulatinamente la situación. Hay que revalorar el sector rural, reconocer su aporte al desarrollo nacional, verlo interactuar con otros sectores, y valorar sus contribuciones a la sociedad.

JMA: Pienso que la educación es una sola y no podemos dividirla en rural y urbana. Lo importante es entender que la educación en el medio rural requiere ciertas transformaciones que partan de la identificación de las potencialidades, permitan visualizar los satisfactores de aprendizaje básico, la construcción de líneas de formación, de núcleos temáticos que integren saberes, conocimiento, investigación y disciplinas, al tiempo que definan las mediaciones pedagógicas más apropiadas. Además, hay que contar con agendas educativas regionales a largo plazo, que posibiliten la construcción colectiva de planes de vida y proyectos educativos territoriales, de manera que sea más factible la integración institucional, uno de los factores para la equidad, y convertir a la escuela en el corazón del pensamiento para el desarrollo del territorio. Y una tercera reflexión: no es lo mismo ser maestro en el medio rural que en el medio urbano, aunque el sentido de la educación sea similar en ambos contextos. Es necesario revisar los procesos educativos flexibles, aspecto en el que Colombia ha ganado mucho, y definir desde la articulación real de estos modelos sus conceptos de ruralidad, educación y nueva ruralidad para la generación de un territorio con sentido de progreso. Ahora bien, la generación de estos procesos educativos flexibles sugiere un proceso de formación y aprendizaje permanente de los maestros, en la perspectiva de acompañar su práctica educativa y pedagógica desde el contexto y el entorno en el que se ejerce la profesión.

LP: Las secretarías de educación deben generar políticas educativas rurales para las regiones certificadas, a partir de procesos de formación permanente de los docentes rurales en ejercicio, y de investigación participativa, en lo posible liderados por las escuelas normales superiores, con el fin de construir modelos educativos rurales apropiados para cada región. Igualmente, proporcionar estímulos a los docentes rurales, tales como: estabilidad laboral, incentivos económicos, vivienda, mejoramiento de vías para el desplazamiento, mejores condiciones de infraestructura y de dotación para las escuelas rurales, acceso a las nuevas tecnologías.

De otro lado, promover procesos de formación de niños y jóvenes campesinos, que potencien el reconocimiento del sujeto, su identidad, su mayoría de edad, su empoderamiento para que sean gestores de procesos productivos que les permitan entrar en diálogo con el Estado, la empresa privada, para que se les atiendan sus necesidades básicas: vías, vivienda, salud, agua potable, energía eléctrica, entre otras.

AT: ¿Hablemos de cómo hacer para que en educación rural se dé efectivamente una integración entre los niveles de básica y superior?

JMA: Lo primero sería definir el concepto de educación básica para el medio rural desde, para y en lo rural, lo cual supone un trabajo investigativo que identifique, como ya lo expresé, las potencialidades, los satisfactores, las líneas de formación articuladas a los procesos productivos, entendiendo que lo productivo debe concentrarse en el desarrollo humano, personal y social; en el desarrollo científico y tecnológico; en el cultural, lúdico y estético y en el desarrollo agroecológico y ambiental. Es decir, generar unas competencias básicas para el mundo de la vida en la educación básica; y en la educación media, la responsabilidad está en propiciar más flexibilidad que permita un proceso educativo desde un proyecto productivo. El Grupo SER de la Universidad Católica de Oriente ha venido planteando para esta articulación una educación media que gire alrededor de cinco grandes áreas: biotecnología, comunicaciones, salud, organización y gestión empresarial, el ambiente y desarrollo sostenible. Este proceso debe darse con un modelo de educación superior que tenga como enfoque la flexibilidad en cuanto al proceso curricular y el reconocimiento de los saberes y proyectos locales como parte esencial de la formación. Ahora, en el proceso de integración de la educación en el medio rural, se deberá fortalecer a los CERES con un gran enfoque hacia la formación técnica y tecnológica. En este aspecto propongo, se tenga en cuenta a la nueva ruralidad y a las realidades y complejidades de este medio, además, se flexibilice la normatividad de la educación superior, permitiendo el desarrollo de proyectos especiales que desborden el sentido convencional de universidad que tenemos y permita la construcción de una universidad para lo rural, en lo rural, desde lo rural y por lo rural.

LP: Las universidades oficiales deben presentar ofertas para la profesionalización de los estudiantes de las instituciones educativas rurales, desde la perspectiva del modelo educativo rural construido entre las comunidades y las Escuelas Normales Superiores, bajo la dirección de las Secretarías de Educación, con su respectiva financiación.

La universidad debe transformar sus currículos para que pueda dar paso al reconocimiento de los saberes que los jóvenes vienen construyendo desde preescolar, básica y media. Para lograrlo, el acercamiento a lo rural debe ser permanente, por medio de prácticas investigativas etnográficas, que les permita comprender los alcances de los procesos de formación que se vienen gestando y, en consecuencia, hacer ofertas de educación superior que respondan a las demandas del contexto rural.

GS: El Ministerio de Educación ha gestionado y asignado recursos para el financiamiento de proyectos que buscan el fortalecimiento de la formación técnica y tecnológica en Colombia, a través de las Bolsas Concursables. Dichos proyectos promueven una articulación efectiva entre la educación media, la superior, el Sistema Nacional de Formación para el Trabajo y los Sectores Productivos. Sin duda es un medio eficiente y eficaz para esa integración, en la medida en que los diversos actores participan, impulsan y desarrollan procesos para que los estudiantes de estas instituciones se preparen para iniciar una formación por competencias y por ciclos propedéuticos; y que cuando salgan de la escuela puedan continuar su formación profesional en la universidad.

La Federación Nacional de Cafeteros en alianza con las entidades territoriales de 8 departamentos cafeteros y la Universidad Minuto de Dios, obtuvo recursos de la Bolsa Concursable para el desarrollo del Proyecto Nacional de Transformación de la Formación Técnica y Tecnológica en Regiones Cafeteras. Su objetivo es el fortalecimiento y creación de programas de educación superior articulados con la educación media, enfocados al desarrollo de competencias generales, específicas y laborales de los jóvenes rurales de las regiones cafeteras, y mejorar la calidad, cobertura y pertinencia de la educación técnica y tecnológica.

El Proyecto integra los niveles de educación media (10º y 11º) con la educación superior y pretende formar a los profesionales requeridos por el sector cafetero. Se ejecuta en 25 instituciones educativas de 22 municipios de los departamentos de Antioquia, Cauca, Cundinamarca, Huila, Magdalena, Nariño, Risaralda y Santander, y beneficia a 1.917 estudiantes.

Con base en referentes internacionales, en las necesidades identificadas por la Federación, en los avances de la Mesa Sectorial del Café y en las condiciones planteadas por el Ministerio de Educación Nacional (planes de formación por competencias y por ciclos propedéuticos), se crearon cuatro programas de educación superior: técnico-profesional en producción de café, técnico-profesional en procesos administrativos para fincas cafeteras, técnico-profesional en comercialización de café y tecnología en gestión sostenible de café. Los programas ya tienen su Registro Calificado, con excelentes comentarios del Conaces sobre su diseño por competencias y su pertinencia para el sector cafetero.

Así mismo, en los ocho departamentos se avanza en la articulación de estos programas en las 25 instituciones de educación media. Con ellas, en 2007, se realizaron actividades de sensibilización y socialización del Proyecto, diseño del plan de articulación y selección del programa de educación superior para cada una.

En el primer semestre del 2008 se avanzó en el rediseño curricular de la malla de educación media, se revisaron las estructuras curriculares de los módulos y se iniciaron su incorporación a los planes de estudio de los grados 10° y 11°, el diseño de las prácticas correspondientes y los ajustes al Proyecto Educativo Institucional. En 2007 comenzó la capacitación de docentes de Uniminuto y la Fundación Manuel Mejía en Formación y Evaluación con base en competencias. En julio se inició un Diplomado en Docencia y Gestión Curricular desde el enfoque de competencias, dirigido a 160 docentes de las instituciones educativas de media (IEM), secretarías de educación y de Uniminuto, y en agosto, una especialización virtual en Diseño de Ambientes de Aprendizaje para un docente de cada IEM y 10 de Uniminuto. Adicionalmente, los docentes técnicos de las instituciones realizarán pasantías para reforzar sus conocimientos en temas cafeteros.

FP: La idea es que la educación en el mundo rural no se quede en el bachillerato y ahí se interrumpa, sino que haya un periodo de transición y de ingreso a la educación superior. Esto no hay que pensarlo como una situación meramente rural, como introducirlos en el estudio de problemas agrarios, sino que debe permitirles pensar como ciudadanos más universales, pues no todos estarán predestinados a quedarse en el campo, también pueden querer estudiar otras tecnologías no agrarias, carreras universitarias.

Repito. No parece sensato seguir pensando la formación, exclusivamente, como un asunto agrario, pues es importante el grado de urbanización y modernidad que adquieren los estudiantes. Hay que brindarles la oportunidad de acceder a carreras tecnológicas contemporáneas, y pensar en los elementos de debilidad económica y cultural que ellos tienen para ingresar a la educación superior. La tarea, entonces, es mejorar esas deficiencias culturales, económicas, de calidad de su educación, para pasar al mundo universitario con éxito.

AT: ¿Qué hacer para que a través de la educación rural sea posible desarrollar un proyecto de vida para la gente del campo?

LP: Desarrollar propuestas educativas propias, dinámicas, de carácter investigativo y pedagógicas, en donde la comunidad participe como actora educativa, con la finalidad de convertir la escuela rural en proyecto pedagógico productivo, propuesta que se viene trabajando en la Escuela Normal Superior de Neiva, en convenio con la Secretaría de Educación del Municipio y otras entidades tales como el Comité de Cafeteros, Sena, Unad y Fao. Así, la escuela rural se convierte en el escenario de las potencialidades y esperanzas de las comunidades rurales, porque crecen y se transforman con y en la escuela, para ella misma y la comunidad.

La educación puede contribuir a que la gente del campo construya sus propios proyectos de vida, si desde la escuela se asumen pedagogías que potencien el reconocimiento de los sujetos con base en la lectura crítica de sus propios contextos, que los lleven a asumir compromisos y empoderarse como sujetos de derechos y deberes, capaces de exigir el derecho a la tierra, a la libertad de producir, de crear, de vivir dignamente, de acceder a la cultura y al saber, de ser respetados como personas, como ciudadanos y como trabajadores creadores de riqueza.

FP: Primero pensemos que hablar de la gente del campo no quiere decir que sea un grupo aislado y predestinado a permanecer en lo rural, que está separado de la sociedad. Los procesos migratorios voluntarios e involuntarios están llevando a que se den flujos muy fuertes de lo rural a lo urbano, y de regreso. Creo que se los debe formar para que tengan un proyecto de vida dinámico, que les sirva para el mundo rural y para el mundo urbano, en general para donde ellos vayan a hacer su vida, y que tengan la posibilidad de cambiarlo cuando las circunstancias personales se modifiquen, y puedan definir una forma de vivir y ser en su mundo, en relación con el mundo.

JMA: Debemos partir de que las comunidades del medio rural tienen un proyecto de vida definido, de no ser así, no encontraríamos aspectos y características tan importantes para dinamizar desde la educación en el contexto rural, como son: la esperanza, el sentido de progreso y de comunidad, la permanente actitud indagadora... Para fortalecer los proyectos de vida del medio rural es necesario no sólo trabajar con las comunidades rurales, sino construir progreso desde ellas; no pensar la educación como rural, construirla desde la pertinencia del conocimiento como educación en el medio rural; no planear la educación para el medio rural sobre la base de necesidades, construirla con el enfoque de las potencialidades humanas, productivas y sociales de su gente, y trabajar en la creación de una nueva escuela en la que la interdependencia entre la educación de los niños y las niñas, los y las jóvenes y las personas adultas, sea el principal camino para construir territorio educativo. Creo que estas pueden ser algunas pistas y recomendaciones para fortalecer los proyectos de vida de la gente del campo.

GS: Es necesario tener en cuenta dos cosas: la primera, que la educación por sí misma no garantiza un proyecto de vida para la gente en el campo: se requiere un entorno y unas condiciones. En particular hace falta que los jóvenes además de educación tengan acceso a los activos productivos del campo. La segunda, que una educación tal y como la concebimos en la Federación favorece, amplifica, refuerza y retroalimenta ese entorno, esas condiciones y, por lo tanto, el desarrollo de un proyecto de vida para los ciudadanos del campo. Como se ha afirmado en diversos escenarios, "la educación por sí misma no puede producir el cambio, pero ningún cambio es posible sin educación".

En sus 80 años de existencia, la Federación ha buscado crear un entorno y unas condiciones para desarrollar un proyecto de vida para la gente, a partir de la construcción de un sector competitivo y sostenible. El mundo del café ha logrado un caficultor exportador y con mirada internacional; una cultura de producción de calidad: "el mejor café del mundo"; una tecnología propia para cuidar la calidad del grano (al sembrarlo, cuidarlo, recolectarlo, beneficiarlo, empacarlo y venderlo); una arquitectura reconocida nacional e internacionalmente; una educación primaria rural valorada como una de la mejores del mundo; un modelo de pedagogía y comunicación social para el desarrollo: el profesor Yarumo; una infraestructura vial de calidad; unas instituciones confiables: la Federación de Cafeteros, los comités y cooperativas de cafeteros, almacenes, extensionistas, Cenicafé; una simbología mundial: Café de Colombia, Juan Valdez; un territorio y un paisaje reconocible que es hoy un imaginario para visitar.

Por eso precisamente la Federación Nacional de Cafeteros ha desarrollado instrumentos y promueve programas que buscan incidir de manera decidida y sostenible en las condiciones de vida del campo de tal forma que sus ciudadanos puedan desarrollar un proyecto de vida.

Pero quizás y sin duda el reto más importante que se tiene para que sea posible desarrollar un proyecto de vida para la gente del campo, es que los jóvenes tengan acceso a capital productivo, en particular tierra, herramientas, tecnología y capital de trabajo. Eso es exactamente lo que hemos venido haciendo con el Proyecto Modelos Innovadores - Jóvenes Caficultores, una iniciativa liderada por la Federación Nacional de Cafeteros con el apoyo del Gobierno Nacional, que se constituye en un modelo piloto de acceso a tierra con la participación directa del sector bancario para su funcionamiento. El proyecto logra que jóvenes caficultores de bajos recursos y sin oportunidades accedan al mercado financiero para convertirse, a través de la generación progresiva de capacidades, en dueños de su propia tierra y socios de empresas cafeteras rentables e innovadoras. Esto se traduce en bienestar socio económico para ellos y sus familias, contribuyendo así al mejoramiento de la competitividad y la sostenibilidad del sector cafetero. Mediante este proyecto, la Federación abre las puertas para que jóvenes familias propietarias de tierra y dueñas de empresas rurales competitivas y sostenibles, sean la nueva generación del café y ejemplo de un esquema novedoso y replicable.

Mediante este proyecto, la Federación abre las puertas para que jóvenes familias propietarias de tierra y dueñas de empresas rurales competitivas y sostenibles, sean la nueva generación del café y ejemplo de un esquema novedoso y replicable

Para lograr un proyecto de vida sostenible para la gente del campo, se necesita que la educación impulse y recree una ética y una ciudadanía que promueva habitantes demócratas, participativos, pluralistas; al igual que alianzas con organizaciones para mantener la convergencia de intereses, crear confianza e incentivar las transacciones económicas, políticas, sociales y culturales que favorezcan la dignidad humana; tecnologías para usar la experiencia y para resolver problemas nuevos y antiguos, junto con conocimientos para aprender de la propia interacción con el entorno, cambiar patrones de conducta y no repetir prácticas del pasado que no producen resultados óptimos; generación de competencias para fortalecer y generar los capitales que hacen competitivos a los territorios, así como para la participación ciudadana y la organización local; dominar paquetes tecnológicos y saber tomar decisiones para cambiar procedimientos y conductas con alta capacidad de innovación; adquirir competencias para el cuidado de sí mismo, de su familia, de los otros y del planeta, ser solidario y compasivo. Y siempre, siempre, trabajar para que el sistema de educación pública en el mundo rural sea de alta calidad.

Francisco Parra ha realizado estudios sobre la educación rural, participado en investigaciones y en procesos de formación docente, tanto desde la Universidad Pedagógica, como desde las acciones del Fondo Resurgir FES y la Universidad de Ibagué. Ha publicado varios libros: La educación rural: de la utopía a la realidad, La escuela nueva, La cara oculta de la escuela. Es secretario de Educación del Tolima.

Gabriel Silva tiene una amplia experiencia en políticas públicas; ha sido investigador y promotor de la educación y actualmente es gerente de la Federación Nacional de Cafeteros.

Juan Mauricio Arias Giraldo es decano de Educación de la Universidad Católica de Oriente y coordinador del grupo de investigación Servicio Educativo Rural-SER. Además de dirigir proyectos de investigación y desarrollo para el medio rural como el Proyecto Rural de Educación Superior para el Emprendimiento de Antioquia (Presea) (ver sección Ejemplos de este número), Escuelas que Dejan Escuela en alianza con fundaciones como Dividendo por Colombia, Fraternidad Medellín, Fundación Bancolombia, Fundación Suramericana y Fundación Protección, igualmente lidera el proyecto Escuelas Comunitarias de Alfabetización para el Área Rural- (Escalar), en asocio con la Gobernación de Antioquia. Ha publicado varios libros y artículos en relación con el tema.

Libardo Perdomo lleva 13 años, de los 33 años en el magisterio, vinculado a procesos educativos rurales. El primer año trabajó en Caquetá, en un poblado muy marginado, como docente de inglés y director de un internado de jóvenes rurales. Durante 7 años fue Director de Núcleo Educativo del Huila. En la actualidad es rector de la Escuela Normal Superior de Neiva, y participa en un colectivo de maestros que lidera el proyecto La Escuela Rural como Proyecto Pedagógico Productivo.

Altablero, 45, Caminos para crear un nuevo mundo rural
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