Una verdadera revolución educativa tiene que centrar su acción en la institución, que es el lugar en el que se dan las verdaderas transformaciones. Y son los miembros de esa institución, en compañía de las secretarías de educación y del Ministerio, los encargados de producirlas. Hablamos, pues, de una actividad personal y colectiva, de una acción e interacción para fortalecer los procesos y, por esa vía, mejorar la prestación del servicio. Esto se llama gestión de la calidad educativa.

Para responder mejor al mundo del siglo XXI es necesario afrontar enormes desafíos, y desarrollar y poner en práctica acciones, habilidades y capacidades que, de manera sistemática, garanticen el mejoramiento progresivo y el fortalecimiento institucional.

Hablamos de un ciclo ascendente en el que los integrantes del establecimiento educativo identifican fortalezas y debilidades, elaboran planes de mejoramiento con objetivos, actividades, tiempos y responsables, y realizan un seguimiento permanente, de manera que se puedan identificar oportunamente avances o dificultades que obliguen a tomar acciones pertinentes para el mejoramiento progresivo. De ahí la importancia de una buena gestión para la educación colombiana.

La gestión en los ámbitos directivo, pedagógico y académico, administrativo y financiero y de comunidad, desde el grado Preescolar hasta la educación Superior es decisiva para la construcción de un sistema de aseguramiento de la calidad. Y es este el tema que ha ocupado por estos días a los asistentes al Foro Educativo Nacional 2007, en el que se ha reunido la comunidad educativa para compartir testimonios, experiencias y saberes nacionales e internacionales, como una manera de fomentar el aprendizaje colectivo y de garantizar un mejor futuro para todos.

En el caso de la educación Preescolar, Básica y Media los énfasis se han dado en la gestión para el mejoramiento de la calidad, en los modelos y herramientas que potencian la gestión educativa y en la evaluación de la gestión educativa. En un Foro de similares características, la educación Superior ha centrado sus ejes de trabajo en la dirección, planeación y gestión de las instituciones, en la gestión académica y el impacto social, y en la gestión eficiente de recursos.

En ambos escenarios, la comunidad educativa nacional ha tenido la oportunidad de reflexionar acerca de las distintas dimensiones de una buena gestión educativa: sobre los nuevos roles y responsabilidades de los establecimientos en el marco de la autonomía, la gestión pedagógica, la ruta del mejoramiento, el logro de objetivos y resultados en términos del desarrollo de las competencias de los estudiantes, la articulación de acciones, la promoción de climas organizacionales apropiados, el fortalecimiento del liderazgo, el aprovechamiento de recursos y tiempo, la distribución del trabajo y de las responsabilidades, la importancia de la evaluación, la autoevaluación y la rendición de cuentas, y la certificación y acreditación de la calidad.

Igualmente, la comunidad presente en Bogotá y en las distintas regiones donde el Foro ha tenido su eco, se ha concentrado en la necesidad de pensar la institución como una totalidad, ligada a un entorno, inmersa en un contexto social en el que directivos docentes, estudiantes, padres y madres y la misma comunidad adquieren mayor responsabilidad y protagonismo para lograr una educación de calidad.

Como lo dice uno de nuestros colaboradores en este número, la gestión en el mundo contemporáneo busca que haya lecturas del entorno y articulación con el contexto, interrelación entre diferentes dependencias de una organización y respuesta por resultados.

Gestión también significa hacer, mover, facilitar, ocuparse, trabajar, promover, administrar y, sobre todo, dar los pasos necesarios para alcanzar la calidad. Con este número de Revolución Educativa Al Tablero, los equipos directivos y docentes de todos nuestros establecimientos educativos tienen la posibilidad de continuar en la ruta que nos lleva a la calidad en la gestión educativa.