Actualizado el 15 de Julio de 2013

Formador del Programa Todos a Aprender en el Departamento del Magdalena. Alfredo Hernández Abella

Soy el último hijo de la familia pero, a pesar de ser el "pequeño", mi curiosidad y ganas de enseñar han estado conmigo desde que me acuerdo.

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Creo que he sido maestro desde que estaba en el vientre. Soy el último hijo de la familia pero, a pesar de ser el "pequeño", mi curiosidad y ganas de enseñar han estado conmigo desde que me acuerdo. Inclusive, quería incursionar en la labor de manera intuitiva pero siempre supe que había que untarse de las cosas para luego enseñarlas. Para eso, luego de estar en un colegio de bachillerato académico, decidí ingresar a la otrora Normal Para Varones de Santa Marta para allí cursar el bachillerato pedagógico de la época. Allí entendí que ponerse frente a unos niños inquietos y un maestro de práctica era la única forma para poder convertirme en docente y que todos los desvelos y trabajos dobles, comparados con los de mis amigos que apenas iban al colegio una jornada, serían mis bases.

Luego de transitar por otras geografías y en otras carreras volví a mi vocación pero esta vez en la Licenciatura en Lenguas Modernas de la Universidad del Magdalena, donde me gradué y donde estuve ligado a mi otra pasión: la música coral. Fue así como entre Mozart, Bach y Pergolesi incursioné en el terreno de la lingüística la cual continué con mis estudios de Magíster en Lingüística Española en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá.

En medio de estos vaivenes me vi envuelto en el delicioso trabajo de docente tutor en la modalidad a distancia de la U. del Magdalena. Trabajé en varias universidades pero nunca abandoné la idea del maestro quasi nómada. En simultáneo, mi cercanía a la etnolingüística y el pueblo kággaba de la Sierra Nevada de Santa Marta me permitieron entender que la vida occidental no es la única opción de ver el mundo y que la lengua española, con todo su abolengo, no puede expresar muchos de los conceptos que resultan tan sencillos para un niño kogi. De esta manera pude visitar regiones inimaginables con la única emoción y satisfacción de formar docentes a lo largo y ancho de varios departamentos de la costa caribe colombiana. Fueron esos viajes los que me animaron a ratificar mis principios de facilitador y analista crítico de experiencias de aula en las que la lingüística deja de ser una ciencia social y un sistema algebraico para convertirse en un motivo de enseñanza curricular como lo es el área de lenguaje y todos sus vericuetos pedagógicos y didácticos. Esto lo he hecho con la idea de que si el lenguaje se estimula, se enseña y se aprende en la escuela, seguramente contaremos con mejores ciudadanos en el mundo que les tocará vivir.

En la actualidad, desde el MEN, continúo con mis porfías de cuando niño. Esta vez un poco más curtido, menos impetuoso, más reposado, pero con la convicción de que los seres humanos somos perfectibles y de que las prácticas de aula pueden mejorarse a través de diálogos donde impere el principio del respeto por la libertad de pensamiento y el trasegar de todos los que tienen la valentía de sentarse en ambientes de camaradería y conciencia por la superación. Todos podemos aprender. Nuestros niños se lo merecen y el esfuerzo del Ministerio y de todo el equipo del Programa se convertirán en baluarte de transformación. Esta vez no desde una enunciación meramente verbal sino desde el sentir y pensar de muchos maestros y niños del Departamento del Magdalena que nos esperan con las manos abiertas, que tienen el coraje de recibirnos en el seno de sus escuelas y que esperan que la historia de los procesos pedagógicos de la región vire hacia el mejoramiento de la calidad de la educación. Es hora de cambiar y ¡yo me comprometo!.

Formador del Programa Todos a Aprender en el Departamento del Magdalena. Alfredo Hernández Abella