Actualizado el 15 de Julio de 2013

Mi experiencia en el Programa Todos a Aprender. Angélica Vivas Betancourt

Me encontré con el programa casi como por azar, aunque después de todo creo que era una propuesta que tenía un lugar guardado para mí.

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Me encontré con el programa casi como por azar, aunque después de todo creo que era una propuesta que tenía un lugar guardado para mí. En noviembre de 2012 yo acababa de llegar de un largo viaje y estaba en esa incertidumbre de buscar trabajo, porque era necesario retomar mi vida con urgencia y noviembre aún era buen tiempo para presentarme a diferentes opciones.

Un correo de un destinatario desconocido hacía referencia a una convocatoria masiva para una empresa del sector público, la ignoré por parecerme ambigua. Luego otras razones hicieron que dejara atrás mis dudas y me presentara. Un mes de pruebas y entrevistas valieron para que finalmente en febrero hiciera parte del grupo de profesionales que el MEN escogiera para hacer parte del PTA.

Vi entonces una oportunidad interesante, bonita; una forma de trabajar por la educación, ahora desde otra óptica que no es exclusivamente la del maestro en el aula que de tanto estar ahí tiende a perder el norte con facilidad. Entonces, después de algunas vueltas, aterricé en Sucre, y allí entre correos, citas por Skype y llamadas telefónicas comencé a trabajar con los mis tutores, primero 5, luego 10 y ahora 27. Con el primer grupo comencé un trabajo fluido, que pasaba en principio por el reconocimiento de lo humano, se trataba de entender sus condiciones, su cultura y hasta sus temores. Recuerdo las palabras de Mildred Choperena "Señor, yo no sé si valla a poder, esto está muy difícil, yo estudio tanto que cuando me acuesto a dormir ya sólo veo diapositivas".

Eran maestros a los que de repente les acaecía la obligación de llegar a los establecimientos educativos y exponer, responder preguntas, proponer formas de trabajo, y esto era para ellos un reto, y lo sigue siendo; pero hoy después de muchas noches de desvelo, jornadas extenuantes, lecturas, preguntas, socializaciones y demás ejercicios de estudio, pueden decir que no son los mismos y que ahora se sienten más seguros y por ende más firmes, no solo en su rol como tutor, sino como profesionales, como seres humanos.

Mis tutores en su mayoría viven o visitan establecimientos en La Mojana y San Jorge, zonas asediadas por la pobreza y las inclemencias del clima. Cuando pienso en La Mojana pienso en una Venecia del tercer mundo, con calles navegables la mayor parte del año y góndolas criollas, esos Johnson que no por estar en Colombia carecen de cierto romanticismo. Porque tristemente la pobreza también llega a ser romántica, exótica.

A pesar de las permanentes inundaciones, las condiciones climáticas, el estado de las vías, la minería ilegal, la amenaza del mercurio que está matando a la población y la preocupación aún latente de una situación de orden público que todavía deja zonas vedadas para el tránsito libre; estos tutores se mantienen estoicos frente a la propuesta, realizan visitas cuyos desplazamientos tardan horas por agua y luego a pie, porque el servicio de moto taxi no puede cruzar las zonas si ha llovido, entonces estos maestros, tutores aguerridos, ponen a salvo su maleta de tutor y cruzan los charcos como me contó Marco Suárez una vez con una sonrisa que pude sentir al otro lado del teléfono: "Seño, bueno no me fue tan mal, cuando me bajé de la chalupa ya sólo tuve que meterme por los charcos como 45 minutos" y otro día: "Seño, yo en esto estoy viendo una oportunidad para crecer profesionalmente, yo esto no lo estoy haciendo por dinero". Sin duda este es un tutor a prueba de fuego.

Posteriores visitas mías a la región indicarían que las palabras de los tutores no eran del todo ciertas, que había en su relato un poco menos de dramatismo del que yo pude oler, sentir bajo mis pies. El relato de los tutores había resultado corto y mi pupila se desvanecía ante el panorama desalentador de una región que hacía lo posible por sobrevivir.

Allí, en medio de las condiciones más críticas conocí la cara más aguerrida de la condición humana en la figura de dos maestros que sacaban adelante una escuela, desde afinar el terreno con sus propias manos, hasta ir en peregrinación por la vereda buscando niños para matricularlos sin atender a los requerimientos de los uniformes, los zapatos lustrados o los cuadernos de ositos cariñositos que con tanto desgreño publicita el comercio. Esas eran condiciones accesorias, lo más importante era el deseo de estos niños por aprender, la urgencia de atender la necesidad educativa de esta población, lo otro vendría por añadidura. Qué ejemplo el de estos dos maestros de la escuela Monte Alegre, un nombre ya de por sí irónico y rimbombante; qué ejemplo el de Glen Márquez un tutor tan joven como inquieto que dedica su tiempo libre a acompañar el crecimiento de esta escuela.

Podría gastar muchas páginas escribiendo lo que ha sido mi trabajo en Sucre con el PTA, podría contar ya muchas historias del encanto de ese Sucre que otrora recorriera nuestro premio Nobel y que ahora luce tímido y empolvado. No obstante y más que describir en este perfil mi currículo, hago un reconocimiento a mis tutores que son quienes realmente movilizan el PTA en los EE focalizados, a ellos que superando la contradicción acompañan a los maestros con una lucidez que yo envidio con alguna frecuencia.

De este modo, pasan seguramente los días en el PTA, los días de los tutores y de los cien formadores que a diario estamos en este trabajo en el cual, cada uno desde sus certezas e incertidumbres hace lo mejor posible, y ello naturalmente pasa por habitar esas regiones en donde los procesos educativos acontecen de manera particular, en donde las cosas más simples adquieren tintes colosales, titánicos. Es por eso que el principal desafía sigue siendo reconocer esas realidades y aportar desde ahí a la construcción un proyecto de educación nacional, mas situado en el contexto de las comunidades y sus necesidades, más respetuoso de la diversidad y en cualquier caso un proyecto que propenda por la equidad. Yo me comprometo.

Mi experiencia en el Programa Todos a Aprender. Angélica Vivas Betancourt