Actualizado el 15 de Julio de 2013

"Soy profe porque quiero, puedo y no me da miedo", Martha Caro

Soy profe porque quiero, puedo y no me da miedo; soy una profe feliz pues cuando inicio la clase siento placer, me gusta ejercer la docencia porque deseo compartir mi gusto por la literatura, mis aprendizajes personales y mis hallazgos en la didáctica.

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Nací cuando terminó la huelga de la fábrica "Textiles e Hilados Santa Catalina", pasé la gestación entre ollas comunitarias y mítines; mi mamá quería llamarme Esperanza, pero la televisión le trajo a la mente el nombre Martha Janneth y ganó la fiebre mediática. Crecí entre hijos de la tierra boyacense, comiendo mazamorra y mogollas "con olor a campo", todas las tardes tenía que pasar frente a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús quien me increpaba con su mirada profunda.

Antes de cumplir tres años llegué al barrio Santa Marta, allí vivía entre el frío intenso, el viento continuo y la soledad causada por una infiel adolecente-niñera quien fue corrida de mi casa por sus perfidias; pasaba el día acompañada por los seres imaginarios que habitaban una gran casa en construcción, con montañas de arena donde siempre hubo espacio para el juego y la ensoñación. Mi hermana aparecía por ahí después de clases y jugábamos con los muñecos de plástico, las revistas y cualquier objeto cotidiano transformado por la magia infantil en tambores, ruedas, aros, carros...la noche llegaba triste y amenazante, por eso escuchábamos "La ley contra el hampa", "Kalimán" y "Arandú, el príncipe de la selva"; después de recibir la oscuridad con tajadas de plátano y arroz, nuestros temores eran espantados por "La Cabalgata deportiva Gillette" las voces masculinas trataban el tema del fútbol,tal vez por esto Stella hoy es una fanática sabia de los deportes; después de tanto escuchar, alguna cosita se aprende.

¿Mi mamá? Bien gracias, llegaba durante la noche, según el turno en la fábrica, en ocasiones después de las once, algunas veces podía comer con nosotras, esta era una fiesta pues pasar la noche sin ella evocaba un rosario de mitos alrededor del barrio en construcción (como las páginas de la red, algunas casas no eran todavía habitables, pero su olor a tierra y sus esqueletos vacíos eran espacios propios para el juego y escondites perfectos). El turno de la noche tenía sus ventajas: mi mami llegaba en la mañana con pan, leche y galletas; para completar, durante la tarde estaba allí para llenar con su luz la casa.

Resulta que en la fábrica había revistas y periódicos, pues mi mamá las llevaba y fueron mi mejor compañía para pasar la mañana. Mis fantasías se poblaron de personajes de la vida nacional e internacional, entre los temas anodinos apareció la "Revista Sputnik" por la cual supe de la existencia de un país enorme, con una nave que pudo llegar a la luna, sin permiso del Tío Sam. Después de tanta letra, fotografía y publicidad aprendí la palabra Bogotá, con el paso del tiempo todo fue placer pues no importaba qué había a mí alrededor, la lectura llenaba mi tiempo y espantaba los demonios que circulaban por el barrio.

Cuando cumplí cinco años fui a la escuela, me pusieron a leer una palabra para ver si podía entrar, desde entonces la lectura fue la llave para abrir puertas que el destino puso en mí andar. Cada mañana sonreía por estar en compañía, compartir juegos, risas y lecturas fue el exorcismo para rescatar mi espíritu solitario. La profe Mariela era cálida y me quería, por eso el baño matutino con agua helada y el uso del delantal fueron secundarios frente al afecto recibido, las risas y las coladas calientes con mogolla.

Desde esa época sospeché que debía dedicarme a la lectura pues estaba encargada de hacer las presentaciones cuando los actos culturales rompían el velo de la cotidianidad en mi escuela: cinco salones pequeños con sillas dobles eran el intento por llevar la educación pública a ese rincón de Bogotá donde sólo llegaba una carretera precaria.

Pasó el tiempo y tuve la fortuna de conocer los efectos de la teología de la liberación, compartí el bachillerato con monjas y monjes capuchinos, maestros libertarios y profes tradicionales quienes desde su visión construyeron las bases para este edificio que soy. El colegio fue una opción para conocer muchas personas, discutir sobre la historia con la profe Isabel (no tan católica) y aprender la geografía salida de una mano diestra sobre el tablero de cemento: Olivo Baquero fue mi profe de sociales, pintaba con la tiza los mapas, con narraciones invitaba a cabalgar por las estepas, a habitar las llanuras y a apreciar las selvas del mundo; Carlos Reyes jugaba a ser maestro, con el periódico y la argumentación abrió las puertas del ensayo, un género huidizo y rico, gracias al cual pude crear mi visión de la realidad, en tiempos escolares era una mirada corta y miope....pero mía.Muchas personas abonaron el terreno para sembrar mi gusto por las humanidades y otras tantas me confrontaron para comprender la lógica matemática y distanciarme de sus leyes, demasiado rígidas para mí.

La universidad me puso codo a codo con literatos avezados y maestros aficionados a las letras;los salones se llenaban de metáforas y autores, por los tableron desfilaron en orden Silva, Cortázar,Benedetti, Sor Juana, Kafka, Sófocles, Esquillo, Dante, Bocaccio; teóricos latinoamericanos y europeos eran fieles compañeros para comprender la literatura; la metodología de la enseñanza de la lengua y la literatura puso en mi cabeza la inquietud por buscar maneras para enseñar, aún hoy mis preguntas están sin resolver y apasionan mis días.

Soy profe porque quiero, puedo y no me da miedo; soy una profe feliz pues cuando inicio la clase siento placer, me gusta ejercer la docencia porque deseo compartir mi gusto por la literatura, mis aprendizajes personales y mis hallazgos en la didáctica.Tuve la oportunidad de enseñar a leer y a escribir a veintitres habitantes del mundo ; reemplacé a una profe de primaria y trabajé con adultos durante ocho años; acompañé el proceso de formación de un grupo de adolescentes inquietos y creativos con ganas de transformar el mundo...muchos hoy son personas y viven la vida con gusto; es decir, son sabios.También fui profe en la universidad privada, allí encontré gente acomodada y resignada a conservar su engañosa situación y personas tenaces, con precarias condiciones, pero llenas de fuerza para ejercer la comunicación comprometida (no es una contradicción).

Hace seis años tuve la fortuna de trabajar en la Universidad Pedagógica Nacional, por estar en el lugar adecuado he sido educadora de educadores y sentí de cerca la resistencia, resistir es estudiar sin recursos; resistir es llegar a clase con los textos leídos, no comprados,prestados y pasados de mano en mano para una mejor comprensión; resistir es presentar los trabajos a tiempo y con altos niveles de argumentación, es gozar de las clases aunque huela a gas y sea necesario desalojar...en fin, los futuros licenciados hacían que el esfuerzo diario valiera la pena.

Por el contacto con otra profe supe que mi universidad, la Distrital, abría concurso para profe de profes.Con entusiamo me presenté y pasé, para vivir durante tres semestres el gusto de trabajar acompañando procesos en las escuelas;cada martes compartía el espacio pedagógico con una docente de sociales, en un principio fue difícil acostumbrarme al cuestionamiento, luego el día a día pasó a ser normal y aprendí mientras visitaba escuelas y observaba procesos de formación.Esta experiencia fue decisiva por mi deuda social, soy hija de la educación pública y sólo cuando pude trabajar en procesos educativos con docentes en formación, comprendí la trascendencia del hecho educativo, hice mi pagamento y recibí las bendiciones cuando pasé a ser Formadora, tan pronto escuché la propuesta de transformación encontré la vía buscada: cuestionar y cuestionarme en el aula, con otras personas dedicadas al ejercicio docente.

La apuesta política del Programa "Todos a Aprender" me cautivó, dejé mis deliciosos espacios de discusión en las universidades públicas, los talleres con estudiantes de colegio, mis compañeros de la Corporación Otra Escuela, me inscribí en las lógicas del MEN, ahora salgo con el MEN, me comunico cada día con el MEN, viajo por el país con el MEN, peleó con otros profes por el MEN,defiendo al MEN, gano dinero con el MEN; en fin, esto es el amor.

Ser formadora ha sido comprender la escena escolar, conocer las diversas formas de abordar el hecho educativo, comparar las costumbres de las y los profes; trabajar con el MEN exige conocer las políticas públicas, las escuelas, los lugares, en últimas el Programa Todos a Aprender abrió las puertas para conocer la escuela con sus problemas y sus habitantes, con la agradable compañía de los niños, la reacción alerta de los profes y la visión veterana de los rectores.

"Todos a Aprender" me puso a estudiar, ahora quiero comprender por qué en Ipiales los profes son maestros de la humildad y la paciencia, por qué en Pasto se ríe con cada comentario, por qué los tunjanos fruncen el seño al dar la vuelta por la Calle de la Pulmonía, por qué en Cartagena las seño son mujeres enérgicas con escuelas cálidas, por qué en La Guajira la lengua es un herramienta para aprender y una oportunidad para burlar el sentimiento de superioridad de los cachacos, por qué ser docente es tan difícil cuando se acumulan muchachitos en un salón pequeñito, muy pequeñito,por qué la lectura sólo es un placer cuando se enseña con pasión, por qué la juventud huye de la escuela, por qué transformar es un compromiso y no una participación, han pasado meses de encuentros regionales, formación de tutores, elaboración de talleres, peleas con la logísitica, ahora sé que el intento por construir no era una utopía sino una posibilidad.

Desde el 5 de octubre de 2011 empecé a tejer este manto colorido que es el programa, con ideas desde la práctica, conspicuos asesores, funcionarios irascibles ( llenos de pánico), profes fantasma, tutores comprometidos y otros un poquito intensos; formadores de todos los colores, desde el negro Santiago hasta la casi-albina Sonia ; un gerente costeño con sangre de juglar vallenato; colegas del Ministerio inspiradores y pacientes con el alma transparente para acompañar el camino sin poner trabas y una Ministra enamorada de la docencia, con el encanto de quien comprende la fuerza de la educación.

Todos a Aprender me ha enseñado a aprender desde la práctica, me desubicó del mundo académico para beberme el mundo de la escuela en cada viaje, hoy me comprometo a ser formadora con el alma para transformar, la misión de educar es servicio; es decir, el vicio de ser profe para empujar a las nuevas generaciones en la construcción de un mundo más digno, donde cada quien diga desde el fondo de su ser: ¡Yo me comprometo!.

formadores, todos a aprender, martha caro