Actualizado el 10 de Septiembre de 2012

El Programa "Todos a aprender" me confirma que la educación transforma, como la danza y la poesía... Mónica Lucía Suárez Beltrán

"En el paso de mi tiempo por esto llamado educación descubrí algo que parece obvio, pero para mí no lo era: los niños son niños en todas partes. Son la casa de la imaginación, por eso no importa donde habiten"...

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Todavía recuerdo con algo de nostalgia cuando tomé por primera vez una decisión de vida, como docente. No me había graduado aún de mi pregrado en estudios literarios de la Universidad Nacional de Colombia y ya quería sentir lo que era la educación de mi país, entre la selva. Además de una pasión por escribir dentro de un contexto inspirador, como la Sierra de la Macarena. Creo que fue allí, montada en la canoa por tres horas y luego caminando otras tres para llegar a la vereda donde iba a ser docente, que me convencí de mi vocación. Siete meses bastaron para darme cuenta que la lectura y la escritura permiten que el río tenga un nombre, que la selva se palpe con las palabras.

Mis 44 niños fueron mis maestros, porque me hicieron ver que la educación también es poesía, y que si alguna vez decidí estudiar literatura por amor a las palabras, tenía su razón de ser terminar en plena selva, sin luz, sin ninguna llamada "comodidad", con miedo al inicio al caminar una hora a la escuela y cantar a todo volumen sola para evitarlo, a escuchar, meses después, el silencio y el canto de ese lugar. Además de los consejos sabios de mi maestro Fabio Jurado, que recibía mis informes en forma de cartas, llenas de mis asombros y mis realidades, y me confirmaba, que la docencia es como queremos verla y hacerla.

Mi vida no ha sido igual al regresar de la Sierra. Primero porque confirmé que nuestros niños y niñas tienen el derecho a conocer la lectura, la escritura, la literatura...segundo porque no olvido sus rostros, de niños cuya vida es de adultos y su único lugar para ser niños es la escuela...tercero porque tuve que buscar la manera de hallar elementos de apoyo para poder mostrarles lo que sabía, porque los recursos eran mínimos y eso me ha hecho amar lo sencillo.

Bogotá me acogió de nuevo con sus brazos de asfalto. Me costó acostumbrarme a estar acá, a pesar de ser citadina, con bombillos, televisores, ruido. Pero aprendí aún más. Llegué a ser profe en un colegio privado, cuyas comodidades iban al otro extremo. Todas las herramientas a mi alcance. Y descubrí algo que parece obvio, pero para mí no lo era: los niños son niños en todas partes. Son la casa de la imaginación, por eso no importa donde habiten. Fueron siete años y llegué a ser líder de área.

Ya estaba más que claro para mí que me apasiona la educación, sobre todo la investigación en la misma. Esos procesos de la imaginación en la infancia han sido el centro de mis investigaciones. Así, hice mi Maestría en Educación en Lenguaje y Literatura, en la Universidad Nacional y mi tesis se desarrolló como: "Una mirada a la creación poética en la infancia".

Encontré en mi camino un artista maravilloso, con el que pinté una casa. En ella habitamos Samuel, Emilia, él (Jorge) y yo.

He tenido el gusto de publicar varios libros, que se debaten entre la poesía y la investigación en educación, así como libros de texto de la Editorial Norma. Tenues y tonos, Pensar la literatura infantil, Estrategias de lectura, Cinco movimientos y medio en el espacio, La imaginación creadora en la infancia.

Mi presente es este programa, que se llena de todas mis experiencias anteriores. Llegar al Ministerio de Educación Nacional ha sido una travesía, y contribuir a la construcción de "Todos a aprender", una transformación. He conocido gente maravillosa, 100 personas que quieren hacer algo por alguien, y eso en nuestros días, no es tan fácil. He reencontrado aquí mis raíces, aquellas que pretenden sembrar semillas y ver crecer un mejor país.

Mónica Lucía Suárez Beltrán