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Germán Rey (*)
Para leer un país

Cuando se estudian las estadísticas de lectura lo que se observa realmente es la complejidad de un país. Una exploración de los datos cuantitativos de los módulos de hábitos de lectura de la encuesta continua de hogares (2002 y 2005) confirma dos grandes realidades de Colombia: su amplia diversidad y su enorme desigualdad.

La lectura como experiencia de diversidad
Por una parte está la diversidad. Que en el caso de la lectura significa la coexistencia de diversidad de lecturas, en contraste y sobre todo en complementariedad. Está, por ejemplo, la lectura de los jóvenes frente a la lectura de los adultos, la de las mujeres frente a la de los hombres. La de los jóvenes, que leen más de lo que habitualmente se supone, es una lectura marcada fundamentalmente por el deber y las exigencias escolares, abierta a las nuevas tecnologías y muy vinculada con la música y la televisión. Los adultos, a diferencia de los jóvenes, se interesan por la lectura de periódicos, los libros de autosuperación y, a medida que aumenta la edad, los libros religiosos.

La lectura también es un asunto de género. Las mujeres leen más que los hombres y tienen a su favor una cualidad extraordinaria: los niños estiman que sus madres son las personas más adecuadas para leerles en voz alta y las que ocupan el primer lugar como promotoras del hábito de leer. La mujer, además de lectora es fundamental en la reproducción social de la lectura.

Pero la diversidad de las lecturas es aún mayor y más rica. Se leen libros y revistas, periódicos y textos escolares. Pero también manuales, historietas, cómics y folletos. Se lee sobre soporte físico, pero cada vez más sobre soporte digital. Y al hacerlo se entremezclan, de una manera creativa, el texto escrito con el video, la imagen fotográfica con las infografías y los sonidos.

Uno de los datos que más asombró a los colombianos fue el desarrollo de la lectura en Internet, la única que creció en Colombia. En sólo cinco años las cifras se doblaron y en las 13 principales ciudades del país se pasó del 5% al 11%. En Bogotá los resultados fueron aún más abrumadores: prácticamente se triplicaron. Pero lo más interesante del aumento es que esto sucedía mientras que el promedio de lectura de libros en Colombia se desplomaba el 33%, pasando de 2.4 libros leídos al año a 1.6.

El lugar común suele repetir que internet es un enemigo de la lectura. Semejante afirmación no se confirma en los datos de la encuesta. Son los que leen más libros, los que más asisten a bibliotecas y los que tienen más libros en su casa, los que también leen más por internet. Lo que nos demuestra que las lecturas diversas son más complementarias que enemigas entre sí.

Entretanto hay otras lecturas o que no se mueven o que se están desplazando hacia otros lugares. Sucede con la lectura de periódicos y revistas, que en los mismos cinco años apenas ha crecido un punto. Muchos lectores, por su parte, están migrando de las páginas de estos medios a sus sitios virtuales.

Según señala Digital Life (2006) en el mundo los menores de 18 años le dedican a los medios digitales una media de 14 horas semanales, a la televisión 12, a la radio 6 y a los periódicos, revistas y cine, 2 horas a la semana. Por primera vez los medios digitales superaron a la televisión.

La diversidad de las lecturas es incluso más amplia y profunda. Además de las diferencias de edades, género y soporte técnico, hay otros signos importantes: también son diversos los objetivos, modos, géneros y lugares de la lectura.

En la lectura de libros, el propósito que sobresale es el instruccional. Se lee, especialmente en ciertas edades, para responder a una obligación. Sin embargo, como se comprueba en Bogotá, la lectura por placer está creciendo lentamente, lo que es una excelente noticia.

En internet, el panorama es aún más interesante. Hay una diversidad de propósitos de lectura, desde el funcional, es decir, el que relaciona la lectura con el trabajo o con el estudio, hasta el entretenimiento (leer para divertirse), el encuentro (conversar a través del chat y del correo electrónico), la actualización (tener más información sobre un tema determinado) y la lectura de periódicos y revistas. Este paisaje, que ya es diverso en su composición, se hace aún más diverso cuando se analiza la lectura en internet por ciudades.

Los modos de leer están cambiando. "Los maestros, dice el sociólogo francés Bernard Lahire, deberían entender que no hay solo un tipo de lectura ni una sola manera de leer". Lahire critica la lectura mecánica de la escuela, fundamentada en una relación intelectual, y en la que se procede como si se abriera un motor para sacar las piezas y ver cómo funciona. Una lectura dominada por la lingüística estructural o la semiología textual, en la que los niños y los adolescentes no se identifican con los personajes y las historias sino con la armazón formal de lo leído. "La escuela, dice, olvidó que una parte de los textos -que están presentes en el medio popular- están ligados a gestos, a acciones. Son instrucciones de uso en definitiva". En su opinión, muchas veces se leen libros que no están hechos para ser interpretados sino para ser convertidos en gesto. Esta gestualidad es la que también se encuentra en la Encuesta nacional de cultura (2002) realizada por el Ministerio de Cultura y en la que se corroboró que el interés de los colombianos por la cultura extranjera está centrado en algo tan concreto como el aprendizaje de su idioma.

Los modos de leer, de los cuales sólo ofrece algunos indicios la Encuesta, están relacionados con la historia previa, los contextos culturales y sociales en los que habitan los lectores, la experiencia de la vida urbana o rural en la que despliegan su existencia cotidiana, el entrecruce con otras lecturas que provienen a su vez de otros lenguajes y enciclopedias, como el audiovisual o el virtual.

Otros rasgos de la diversidad de las lecturas son los géneros y los lugares del leer.
Las obras literarias son las más leídas (35,1%), seguidas por los textos de estudio (24%), los libros científicos (12%) y los libros de autoayuda (11,2%) que, a su vez, se diferencian por ciudades. En Cali, por ejemplo, se leen más libros esotéricos, en Medellín más de autoayuda y en Cartagena más religiosos. Un dato muy interesante es que quienes leen obras literarias lo hacen motivados por el gusto (38,1%), aunque es evidente que la escuela es un lugar muy significativo de la lectura literaria, casi siempre unida con el deber escolar.

La lectura es también topológicamente diversa. Se leen libros y se consulta internet en la casa, pero también se navega en el trabajo, la escuela y los cibercafés. La casa se ha convertido en uno de los espacios fundamentales del consumo cultural, debido a la convergencia intermedial pero también a la inseguridad y a la pérdida de significado de lo público. La escuela, entre tanto, mantiene su liderazgo como lugar de socialización en la vida pública y foro de recreación cultural.

La lectura como experiencia de desigualdad
Una segunda realidad que se percibe en la situación de la lectura en Colombia es la experiencia de la desigualdad. En el continente más desigual del mundo, Colombia registra índices profundos de desigualdad, es decir de grandes diferencias entre los más ricos y los más pobres de su población. Si la economía del país creciera a una tasa promedio del 5,5% durante 15 años y la desigualdad se redujera a una tasa promedio de 0,5% anual, la proporción de pobres se reduciría a la mitad. Ese es el tamaño del reto. Como señala Alejandro Gaviria, la tolerancia a la desigualdad ha disminuido y la demanda por la redistribución ha aumentado.

Y aunque habitualmente cuando se habla de desigualdad se traen a cuento las estadísticas económicas, la verdad es que las inequidades se viven también en la política, en la vida social y en la cultura. La lectura, por tanto, no podía ser un territorio alejado de las desigualdades. Es más, en ella se manifiestan algunos rasgos de inequidad que alejan las posibilidades de los más pobres para acceder y disfrutar de los conocimientos, la crítica y la imaginación.

Los estudios de consumo cultural en Colombia, como en otros países latinoamericanos, han mostrado que el acceso a los libros y la lectura es desigual. En primer lugar, hay una brecha casi insalvable entre el campo y las ciudades, ya sea en promedios de lectura como en tenencia y compra de libros (el 22,15% de los hogares colombianos no compró libros en los últimos 12 meses), incluyendo los textos escolares.

La lectura también ahonda las desigualdades entre ricos y pobres y entre los que poseen mayores niveles educativos y los que tienen menos educación. Aunque el estrato que predomina entre los lectores colombianos es el estrato 3, hay una mayor propensión a la lectura en las personas del estrato 6.

La lectura, asimismo, está relacionada con la educación. Entre más se asciende en la escala educativa más se lee por motivación propia y por gusto, lo que nos indica que algunos rasgos de calidad de la lectura están asociados al mayor nivel educativo.

Los que tienen más educación y ganan más, son también los que leen más por internet. Los que tienen más libros escolares, leen menos en internet, probablemente porque el primer propósito de esa lectura es encontrar información para el desempeño escolar.

Las nuevas tecnologías son uno de los campos en que se libran más duramente las desigualdades. A pesar de los esfuerzos de conectividad y de ampliación del acceso de los sectores más pobres a Internet, las desigualdades siguen siendo muy profundas. La lectura en internet crece a medida que se aumentan el estrato socioeconómico y el nivel educativo y la lectura tiende a concentrarse, como la riqueza. Los que más leyeron libros en los últimos 12 meses, los que tienen más libros en su casa y los que asistieron más a bibliotecas son también los que más leyeron en internet.

Finalmente la desigualdad tiende a aumentarse en lo que se refiere a tenencia de libros. La brecha entre los que más tienen libros y los que menos tienen se acrecentó en Bogotá, con un agravante: los que tienen más libros tienden a leer más.

Más diversidad, menos desigualdad. Los retos de la escuela frente a la lectura.
La lectura es un asunto de la sociedad y a la vez una elección muy personal. Por eso las políticas para aumentar y cualificar la lectura pasan por un conjunto de estrategias que van más allá de la escuela. Pero la educación es uno de los lugares más importantes para la formación de hábitos lectores.

La predisposición positiva de los niños y las niñas entre 5 y 10 años hacia la lectura, comprobada por la encuesta, es un capital humano invaluable y un punto de partida para procesos integrales de desarrollo de la lectura en la escuela. Como lo es la vinculación escolar de los jóvenes al leer, así pesen demasiado los requerimientos del deber.

La pasión por la lectura sólo puede partir de maestros lectores que compartan con los niños y los adolescentes aquello que exaltó Jerome Bruner en su maestra preferida: "La invitación a ampliar su campo de admiración". En sus palabras, a los maestros y maestras se les pide que sean "fenómenos humanos" y no personas "descorazonadoramente informativas". La lectura es una experiencia de la libertad, de la imaginación y del contraste de las ideas.

Conviene transformar algunas rutinas de la introducción pedagógica a la lectura, como su comprensión meramente intelectual o como crítica literaria y el desconocimiento de los acumulados culturales que traen los niños y jóvenes a la escuela y tener mucho más en cuenta el análisis de sus modos de lectura, la familiaridad con algunos textos no necesariamente canónicos (esos que promueven acciones o que son productos de consumo masivo), los contextos escolares como ambientes simbólicos y del desciframiento, las interacciones de la lectura con otros lenguajes como el audiovisual o el musical y los grados de complejidad de la lectura.

La lectura deberá ligarse a la creación en sus diferentes modalidades, entre ellos, por supuesto, la escritura y la escuela debe ser un ámbito público de valoración de un leer, involucrado con el debate y la reflexión, el placer y la autonomía.

De esa manera el maestro retornará al puesto de privilegio que, según los datos, está cediendo y la escuela enmarcará a la lectura en el contexto del fortalecimiento de la diversidad cultural y la disminución de las desigualdades.

"Los maestros deberían saber, escribe Bernard Lahire, que cuando el ascenso social y cultural finalmente se produce, es porque los alumnos no erradicaron su cultura popular de base, sino que lograron sumar formas de hacer, pensar y sentir heterogéneas y enriquecedoras".

Leer y reflexionar sobre la lectura
Editado por Fundalectura, acaba de ser publicado el libro Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y consumo de libros en Colombia en el que se recogen y analizan los resultados del módulo relacionado con los hábitos de lectura y el consumo de libros de los colombianos, presente en la segunda encuesta nacional de hogares realizada por el DANE a finales de 2005. Como novedad, el estudio fue aplicado por primera vez en hogares fuera de las grandes ciudades. Los Ministerios de Cultura y Educación, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y la Cámara Colombiana del Libro, con el apoyo del Cerlalc y Fundalectura, hicieron posible su realización. Allí, diez expertos analizan temas como las bibliotecas públicas, el impacto de Internet en la lectura, el consumo de revistas, periódicos y otros materiales de lectura y la lectura en niños entre los 5 y los 11 años de edad. (Año 2006, 250 pp, $36.000; para ordenarlo puede comunicarse con Pilar Cuéllar, tel. 3201511, en Bogotá).

(*) Investigador, experto en comunicación.

Para leer un país; Altablero No.40
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Altablero No. 40, MARZO-MAYO 2007
Por Colombia
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