Actualizado el 25 de Julio de 2013

Es una Bendición de Dios participar en el Programa Todos a Aprender. Marena Ortiz Isaza

Las oportunidades en la vida son muy pocas. Hoy en día, la vida me bendice con la oportunidad de participar como formadora en el programa Todos a Aprender, impulsando una visión educativa en mejora de la calidad de nuestros niños y niñas.

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Todavía recuerdo con gran agradecimiento a Dios cuando en una lista de peticiones de fin de año le clamé por una oportunidad laboral como ésta que ahora tengo por su gracia, a través del Ministerio de Educación Nacional de Colombia.

Sin embargo, ese día en que recibí la propuesta telefónica no lo tenía presente. Era una tarde en la que amamantando a mi bebé recién nacido, me encontraba en la privacidad de mi habitación, alejada de toda información de actualidad laboral, social, política y económica, concentrada en el presente tierno de mi primogénito. En ese momento pensaba en que toda mi vida estaba cambiando, estaba girando a varios grados de diferencia de cualquier punto en el que había estado. Así llegó también a mí el programa Todos a Aprender.

No lo podía creer del todo, un grupo de personas idearon un programa para beneficiar directamente en las aulas a los niños y niñas del país en la mejora de las áreas básicas de saber, como son: matemáticas y lenguaje. En la medida en que fui conociendo la fundamentación y las estrategias del Programa de Todos a Aprender, corroboré que estaba ante el sueño que en una hoja de papel cuadriculado escribí a mi señor y pensé: Él lo hizo para mí.

Ahora que ha pasado el tiempo y he tenido la oportunidad de vivir la experiencia de trabajo con docentes-tutores, directivos y docentes de las comunidades de aprendizaje, al verlos tan entregados a esta visión educativa de mejora de calidad por la educación preescolar y básica primaria sé que el Padre lo hizo para ellos: los niños.

En un mundo donde a diario nos enteramos de acciones violentas contra los infantes, es gratificante saber que también hay proyectos y planes que se generan para beneficiarlos, no para destruirlos. Por eso siento satisfacción de hacer parte de este programa que llega a miles de rincones en donde muchos, desde los adultos hasta los mismos niños, habían perdido el impulso de aprender y la confianza en que de parte de los de arriba pudiera venir lo bueno.

Hoy tanto ellos como yo estamos viendo que el de arriba, el Abba Padre conoce todas nuestras necesidades y las suple. Hoy sé que soy una bendecida con esta labor de formadora, pero no para reserva de orgullo propia y egoísta, sino para bendecir a aquellos por los que dice la palabra Dios fundará fortalezas.