Actualizado el 19 de Julio de 2013

Ser parte del Programa Todos a Aprender es un privilegio para cualquier educador. Ana María Valenzuela Acosta

Es también aprender para estar feliz hoy; experimentar cada día en el colegio como un experiencia memorable. Es devolverle a la escuela su función social y dignificadora; es aprender con la ilusión de la prosperidad.

Licenciada en Lenguas Modernas, especialista en Ética y Pedagogía de los valores y magistra en Educación de la Pontificia Universidad Javeriana, con formación en gestión cultural en la Universidad del Rosario. Soy también realizadora radial y conductora del programa "Jazzófilos" por los 91.9F.M de Javeriana Estéreo.

Ser parte del Programa Todos a Aprender es un privilegio para cualquier educador. La experiencia de acompañar a tutores, profesores y directivos directamente en el aula, es una estrategia sin precedentes en el país.

Cuando se habla de calidad en la educación, por lo general se dice que todo esta mal. Que la culpa la tiene "otro": el gobierno, los rectores, el ministerio, la falta de recursos, en fin; sin embargo, la experiencia de muchos años de trabajo en el sector educativo, en contextos de educación superior, básica y media, me ha enseñado que no hay fórmula que valga, si no está mediada por un trabajo comunitario y colaborativo. Es allí, cuando la estrategia de formación situada del programa para la transformación de la calidad educativa, cobra relevancia. El gran acierto de Todos a Aprender consiste en preparar condiciones favorables en miles de instituciones educativas para consolidar comunidades: redes de estudiantes, maestros, directivos, padres de familia y los demás miembros de una verdadera comunidad educativa para aprender colaborativamente. Como decimos en el ministerio, aquí todos aprendemos. Además de brindar los materiales educativos: libros de texto, cartillas, pruebas diagnósticas; una colección semilla para la biblioteca, recursos físicos y dotaciones en tecnología; el Programa Todos a Aprender nos compromete a todos a reconocernos como un sistema integrado a través de la estrategia en cascada.

Los formadores trabajamos con los tutores en el terreno; estos a su vez, acompañan a una comunidad de aprendizaje de por lo menos 10 maestros de primero a quinto durante una semana al mes. Allí, todos aportamos, como en la pirinola: todos ponen experiencia, materiales, didácticas para enriquecer la práctica pedagógica y la reflexión constante del quehacer del maestro para promover el aprendizaje en los niños y niñas del país. Además integramos al Plan Nacional de Lectura y Escritura en las jornadas de formación. El PNLE busca promover el comportamiento lector y el desarrollo de competencias comunicativas, apoyar el desarrollo de bibliotecas escolares a través de la Colección Semilla entre otros muchos beneficios para la comunidad escolar.

Es por eso y más, que la experiencia como formadora del PTA ha enriquecido mi conocimiento no solo disciplinar y pedagógico, sino de los contextos ricos y diversos de Colombia. Por muchos años trabajé en Educación Superior como directiva de un programa académico de pregrado para la formación de maestros; también he trabajado como maestra y directiva en instituciones de educación básica y media. Considero que la formación disciplinaria y pedagógica son fundamentales para el desarrollo de los maestros, pero nada, y puedo insistir, nada nos da un panorama tan cercano y real de la situación de la educación del país como ir directamente al contexto, a las diferentes regiones del país, hablar con su gente, visitar los establecimientos educativos y trabajar con la comunidad in situ.

En el privilegiado e importante ejercicio de acompañar a los maestros en su práctica pedagógica para encontrar rutas alternativas que favorezcan el desarrollo de competencias de matemáticas y lenguaje, he encontrado resultados extraordinarios:

Tutores que transforman un parque público en una biblioteca para promocionar la lectura y la integración comunitaria; maestros y estudiantes que integran la tradición oral y la memoria de sus ancestros: el río, "la panga lectora", las artesanías, la música en la escuela. Hoy puedo decirlo, hay niños menos aburridos y maestros más motivados con su quehacer porque saben que no están solos. Estas son algunas de las historias inspiradoras y extraordinarias que acontecen a lo largo y ancho del país.

Hechos reales demuestran que la transformación de la calidad es posible cuando trabajamos de manera comprometida y sostenida, cuando reconocemos que no habrá una verdadera transformación de la educación si no hay una transformación dentro de cada maestro y estudiante, ¡cuando recordamos que aprender es una delicia!; que nos libera, que nos hace más autónomos pero a la vez, nos recuerda la responsabilidad que se tiene con el desarrollo y la vida buena personal y comunitaria.

Todavía hay muchos retos: recursos, infraestructura, violencia, etc. La falta de conciencia en muchos casos, el pesimismo y la intolerancia persisten y se presentan como dificultades que sin duda, desaceleran la transformación de la calidad. Pero es necesario volver a lo básico; a la acción de cada maestro en pos de la transformación.

Es como el jazz, cuando toca improvisar se acude a la emoción y a la expresión de cada músico pero también a su conocimiento y experiencia. Con la confianza en cada intérprete; y como ensamble, todo se dispone como arquitectura en construcción constante para que la música surja. Es también, aprender para estar feliz hoy; experimentar cada día en el colegio como un experiencia memorable. Es devolverle a la escuela su función social y dignificadora; es aprender con la ilusión de la prosperidad, con el apoyo de una red, de una comunidad que nos nos dejará caer en el intento porque Todos vamos a Aprender.

Ser parte del Programa Todos a Aprender es un privilegio para cualquier educador. Ana María Valenzuela Acosta