Actualizado el 16 de Julio de 2013

El señor de los libros, una experiencia real. Ricardo Robles

Había aceptado con muchas reservas incluir el Colegio Centro Educativo Distrital 181 entre las escuelas que tenía que visitar dentro del programa Todos a Aprender, era la escuela más distante de todas.

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Por: Ricardo Robles
Tutor PTA Barranquilla

Había aceptado con muchas reservas incluir el Colegio Centro Educativo Distrital 181 entre las escuelas que tenía que visitar dentro del programa Todos a Aprender, era la escuela más distante de todas, el sector no era el más recomendable, además ya tenía tres escuelas con las cuales me identificaba y estaba seguro de que realizaba una muy buena labor. Pensaba ¿para qué complicarme con más trabajo? Pero mi formadora suele ser muy convincente y al final tomé la decisión, sin embargo la dejaría de última en las visitas de una semana (...quizás en ese tiempo envíen otro tutor...pensé), pero el tiempo llegó y allí estaba yo embarcado en un viaje de casi una hora, con un rudimentario mapa dibujado en una hoja de papel y rogándole a Dios me protegiera en esta nueva aventura.

La llegada superó todas mis expectativas, el sector era peor de lo que pensé, la escuela funcionaba en una casa vieja que parecía abandonada hace mucho tiempo, como no tenía suficientes cuartos que funcionaran como salones de clase, los niños estaban reunidos en grupos de dos cursos lo cual los hacía tan numeroso que necesitaban dos profesores en cada uno, la rectoría, única habitación disponible para una capacitación, estaba ubicada al lado del salón de quinto grado, pero sin puertas ni nada que evitase que el ruido tradicional de los niños (esta vez multiplicado por dos) llegara con mayor claridad; esto sin contar con que no disponíamos de un video beam y el único computador habilitado tenía problemas de todo tipo. La situación no pintaba nada prometedora, sin embargo me ajusté mi chaleco, organicé mis ideas y me di todo el ánimo posible. Mientras me dirigía a la improvisada sala de conferencias pasé por entre las sillas de los alumnos de quinto grado incomodándolos en su clase, de pronto uno de ellos muy observador notó el logotipo en mi chaleco y llamó la atención de sus compañeros, "miren el señor que nos regaló los libros", "el señor de los libros" empezaron a corear sus compañeritos y espontáneamente corrieron a abrazarme. En ese momento comprendí la importancia del programa "Todos a Aprender" , ese momento pagó con creces las dificultades para llegar a la escuela y las dificultades que vendrían después, esas caritas agradecidas y dispuestas a superarse, esos niños eran el centro de todo.

Sí, me costó trabajo explicarles que yo no había regalado esos libros, que eran parte de un programa del Ministerio de Educación y que ellos se merecían eso y más, pero esa explicación no cambió sus caritas de agradecimiento, ni evitó que yo siguiera siendo en las visitas "el señor de los libros".

Alexander Javier Montes Miranda