Los niños y niñas que ingresan al primer grado escolar llegan ávidos por abarcar el mundo que se abre ante sus ojos expectantes y curiosos y con un enorme deseo por el aprendizaje y la posibilidad de hacer amigos, jugar y pasarla bien. Igualmente llegan cargados de temores y ansiedades ante lo nuevo y desconocido.
Aquellos que vienen de culturas muy diferentes y ajenas al mundo académico o no han tenido la oportunidad de desarrollar procesos para el razonamiento ni condiciones para afianzar la comunicación y socialización como elementos de seguridad personal, llegan más tímidos y ansiosos. Ellos necesitan tiempo para adaptarse, adquirir habilidades escolares y disfrutar del conocimiento nuevo.
El primer grado es el tiempo propicio para ello. El papel del docente está en iniciar al estudiante en el maravilloso mundo de las ciencias y la comunicación con sus mil lenguajes sonoros, vocales, matemáticos, tecnológicos, artísticos y corporales y mantener en ellos el interés por sus propios relatos, por producir pensamientos y dar respuesta a sus múltiples preguntas como hechos significativos.
Si esto se alcanza, ya no habrá prisa para aprender a leer, a escribir o contar, ni habrá una edad precisa para lograrlo, porque el deseo del alumno por interpretar y comprender el mundo, lo llevará rápidamente a aprender de memoria la mecánica de los signos y a hacer uso de ellos para enriquecer su vida. Al mismo maestro, el deseo de sus alumnos, lo llevará a olvidarse de la repetición y centrar su atención en la promoción de todos sus estudiantes, haciendo lo que esté a su alcance para promover el interés del niño en el conocimiento y mantener el gusto, el deseo y el esfuerzo por la vida escolar. Muchos docentes creen que los niños que al finalizar el primer grado no aprendieron a leer y escribir, deben repetir el año.
Diferentes estudios e investigaciones han mostrado que repetir un año, especialmente en los primeros grados, no sirve para superar las dificultades o atrasos que pueda presentar un estudiante. Al contrario, crea en ellos desmotivación, inseguridad personal y gran frustración ante sí mismos. Si el interés por la vida escolar se pierde desde el primer año, difícilmente podrá recuperarlo luego.
Dar tiempo para aprender |