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Evaluar para fortalecer comunidades educativas

Cada vez que escuchamos la palabra evaluación es común observar cómo reaccionamos de forma prevenida y negativa, pues creemos que, ante todo, es un momento de tensión, incertidumbre, hostilidad, recriminación e incomodidad.

José Fernando Montoya Ortega *

En las instituciones educativas y en las familias, subsiste la idea de que son los estudiantes quienes deben ser evaluados permanentemente, y de manera un poco soberbia, los adultos en general: maestros, directivos docentes y padres de familia, hemos sido renuentes a participar en dicho proceso.

Bien vale la pena, ante el imperativo de ser constructores de una nueva sociedad, signada por la convivencia pacífica, la justicia, la libertad y la prosperidad, tener muy en cuenta el papel transformador de la educación con calidad, para lo cual la evaluación permanente, en cuanto actitud es determinante para contribuir al fortalecimiento de las comunidades.

Plantea el profesor José Bernardo Toro A. que: "Hay una razón fundamental en mantener la evaluación, cuidarla, protegerla, desarrollarla y la educación es un bien público y todo bien precisamente por ser un bien público, requiere ser analizado, evaluado, operado y criticado públicamente", para el mejoramiento continuo de que "conviene a todos, de la misma manera, para su dignidad". De allí que debemos esforzarnos para brindar a todos los colombianos servicio educativo que, independientemente de quien lo ofrece, sea siempre de calidad.

Para ello es indispensable reconocer que la evaluación es un recurso, no fin en sí misma y, ante todo, un medio para establecer los que en torno a unos objetivos y propósitos se han podido alcanzar.

Por consiguiente, en el proceso educativo, cada una de las personas tiene responsabilidades en relación con su proyecto de vida personal y con el colectivo, ya en lo social grupal o familiar. No basta actuar incansablemente muchas veces, pues si no se evalúan se puede caer en el derroche y uso inadecuado de los bienes públicos.

Debemos esforzarnos por propiciar la transformación cultural en las entre la familia, la escuela y la sociedad, desarrollando de responsabilidad, comprensión y cooperación alrededor de evaluación, para lograr una mejor organización y aplicación de los elementos que conforman el sistema educativo, de tal forma que superemos nociva actitud de transferir la carga hacia otros actores inculpándolos, cuando evadimos la toma de conciencia sobre la forma como en los procesos, ya sea por acción o por omisión.

Si logramos ponernos de acuerdo en torno al qué, al para qué, al cómo y con quién de nuestro proceso educativo, igualmente podremos identificar el rol que cada uno de los actores juega en él y, por consiguiente, lo que en términos de resultados medibles y evaluables se espera de cada uno, en individual y grupal.

Sólo en la medida en que la sociedad pueda contar con indicadores que den de la calidad y eficiencia de servicio educativo, se podrá dar la corresponsabilidad entre padres de familia, educadores, directivos docentes, alumnos y demás actores sociales, facilitando el crecimiento de la confianza y la valoración del y oportuno control social, sobre la gestión de los recursos y el talento formador, inherentes a la educación como bien público.

Como consecuencia de lo anterior, las comunidades se fortalecerán, pues en ellas cada uno de los actores participará de acuerdo con sus potencialidades, conocimientos, habilidades y destrezas, en la construcción permanente de un tejido social, en el cual la confianza emana del saber. Mediante la evaluación periódica y sistemática se puede aprender de los fracasos, sin recriminaciones ni inculpaciones, pues es a partir de ellos que se recrea la tensión creadora de cada persona y su correspondiente grupo social; a la vez que al reconocerse en las experiencias exitosas, se debe tener la suficiente humildad y madurez para no dejarse paralizar por el gozo que deparan, y poder establecer nuevas metas en los planes de mejoramiento continuo en lo académico, administrativo y financiero.

Debemos participar activamente en la construcción de redes de cooperación interinstitucional, que faciliten el conocer y aprender de las experiencias de otras comunidades, oportuna y objetivamente evaluadas, para optimizar los procesos y, en actitud solidaria, apoyar el mejoramiento continuo del sistema educativo.

* Secretario de Educación para la Cultura de Antioquia

Evaluar para fortalecer comunidades educativas
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Altablero No. 24, SEP-OCT 2003
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