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Nuevos perfiles con mayores niveles de cualificación educativa son requeridos por el mercado laboral. Por ello, uno de los principales retos de la educación es definir una oferta que responda a las demandas y oportunidades del entorno. Así se contará con el talento humano necesario para la transformación del aparato productivo frente a la baja productividad y competitividad, a las exigencias de los tratados de comercio y al crecimiento del mercado interno.
Los empleadores señalan la relevancia de formar competencias generales para el trabajo (capacidad de adaptarse a los entornos laborales y a las interacciones con las personas, los recursos y la información que en ellos se requieren), junto con competencias técnicas asociadas a ocupaciones dinámicas y emergentes en el mercado laboral.
La construcción de una oferta educativa pertinente se relaciona con la identificación de los sectores económicos estratégicos por su participación en el Producto Interno Bruto (PIB), en las cadenas productivas y los planes exportadores. Con la definición de las ocupaciones más demandadas y dinámicas en sectores estratégicos se garantizan a los egresados más oportunidades de vinculación productiva.
Para ello, las instituciones deben:
1. Definir en esos sectores estratégicos perfiles ocupacionales requeridos
2. Validarlos con el sector productivo
3. Diseñar currículos con base en normas de competencia laboral
4. Transformar las prácticas docentes para asegurar el desarrollo efectivo de las competencias
5. Evaluar los aprendizajes por competencias
6. Mejorar los ambientes de aprendizaje
7. Compartir con las empresas tecnología y conocimiento
8. Facilitar prácticas laborales
9. Formar y actualizar a sus docentes
10. Dar seguimiento a sus egresados
11. Generar transformaciones en los modelos de gestión para dar sostenibilidad a las exigencias de calidad, pertinencia y eficiencia que conllevan el enfoque de competencias, las cadenas de formación, las alianzas para la articulación y la vinculación con el sector productivo.
La pertinencia supone desarrollar la capacidad de lectura del contexto para identificar necesidades en formación de talento humano, tendencias del sector productivo y avances científico-tecnológicos relevantes. Sin embargo, este ejercicio enfrenta restricciones importantes para las instituciones educativas por su limitado acceso a información sectorial actualizada, por su débil capacidad para interpretar las tendencias en el mediano y largo plazo, por su dificultad para ver la dinámica laboral en su conjunto y con una perspectiva regional, nacional e, incluso, internacional y por la escasa convocatoria que tienen frente a los empresarios.
Acercarse de forma estratégica a los empresarios para establecer y mantener vínculos que se plasmen en convenios o compromisos a los que se haga seguimiento, es acción que muy difícilmente puede realizarse si las instituciones educativas actúan aisladamente. De allí la importancia de un papel facilitador por parte de las autoridades educativas. Su liderazgo se orienta a reunir, analizar y sistematizar para entregar a las instituciones información clave de la región mediante la convocatoria a los entes de planeación, así como a los centros de investigación y desarrollo tecnológico, a los gremios y a las empresas. De esta forma, se podrán reconocer las prioridades de la agenda de formación del talento humano para emprender acciones colectivas para construir pertinencia y contribuir a la productividad y competitividad.
(*) Texto de Liliana González Ávila.
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