* TERESITA HURTADO GAMBOA

"La idea era convertir el cine en un dispositivo pedagógico", dice con orgullo Elisender Adán Ovalle, docente de la Institución Educativa Santander, ubicada en San José del Guaviare. "Al inicio, surgiría como un instrumento para el buen aprovechamiento del tiempo libre", pero con el pasar de los años y con la experiencia ganada, lograría articular las Ciencias Sociales con otras áreas -como Ética y Valores- y ser un dispositivo para la construcción de procesos de pensamiento y conocimiento para el desarrollo de competencias.

"Creíamos imperioso aprovechar los nuevos espacios construidos -bibliotecas, centros culturales y casas de la cultura-, y contrarrestar realidades como la drogadicción, los actores armados ilegales y la violencia en general", afirma el docente. "No fue fácil convencer a los jóvenes y, en especial, romper el escepticismo de los padres de familia acerca de la importancia del cine como medio para la enseñanza y el aprendizaje", reconoce. Pero "ahora los estudiantes saben que ver cine resulta una actividad en la cual pueden aprender y divertirse en un mismo escenario".

Con más de seis años de experiencia y casi 250 películas vistas, se ha podido perfeccionar un método, en una actividad de la que también son responsables la Secretaría de Educación, la comunidad y la Casa de la Cultura. Es en esta última en donde, sin costo alguno y cada miércoles de 6 p.m. a 8 p.m. se reúnen, sobre todo, estudiantes que han optado por esta electiva -y otros compañeros- y padres y madres de familia que "al comienzo se alcanzaron a oponer debido a que los muchachos se demoraban después de la proyección, hablando y comentando, en un municipio con problemas de seguridad. Sin embargo, los mismos muchachos convencieron a sus padres para que los acompañaran, por lo cual pasó de ser una actividad curricular a otra familiar, bajo la noción de ciudad educadora", subraya Ovalle. Y agrega, "además, queríamos que los estudiantes vieran con tranquilidad la película, sin que se importunara el espacio de clases".

Ahora bien, la metodología está diseñada para que aquellos estudiantes que no puedan o quieran asistir a la visualización se enriquezcan con lo que les cuentan otros que sí van; "se tienen niveles diferentes de compresión, que se complementan mutuamente". De otro lado, los ciclos de películas se articulan en sus temáticas con las unidades de los planes de estudios correspondientes al Proyecto Educativo Institucional (PEI). "La propuesta ha permitido que temas como el racismo, la intolerancia, la marginación, la resistencia civil y la resolución de conflictos, entre otros, se concreten en las tramas argumentales que se ofrecen en cada de las películas seleccionadas, proporcionando a cada uno de los estudiantes unas pautas de análisis para determinar el verdadero sentido de cada una de las historias que se relatan; se valoran las perspectivas que se ofrecen en relación con los ejes temáticos abordados en cada uno de los logros propuestos dentro de la asignatura correspondiente".

Un asunto que le permitió a este docente proponer un mejor uso pedagógico del cine fue haber presentado su propuesta al Premio Compartir al Maestro, en 2006: los organizadores del concurso hicieron una crítica constructiva que le permitió al docente rediseñar su metodología. Asimismo, reconoce la importancia de haber asistido al diplomado de Uso pedagógico del video que se promovió en el marco del convenio Universidad Nacional, Secretaria Departamental y Ministerio de Educación: "Fue allí donde fortalecí los conocimientos sobre el uso de otros medios en la práctica pedagógica", comenta.

Ahora, su propuesta incluye la elaboración de unas fichas técnicas de la película a presentar y un cuestionario llamado "Lo que yo sé", que se desarrolla antes de la presentación y en el que el docente consigna cuatro o cinco preguntas clasificadas según las dimensiones histórica, geográfica, ambiental, social, económica y cultural. Gracias a ello, el estudiante puede interpretar las historias ya que confronta lo consultado con lo que aparece en escena. "Nuestro propósito fundamental es que el estudiante sea capaz de asumir y potenciar actitudes críticas frente a las realidades de nuestro entorno, y que él o ella no 'trague entero' cada uno de los temas que se abordan en el desarrollo normal de una clase".

Una vez resuelto el cuestionario, investigado el contexto a partir del mismo y vista la película, se llega a la discusión de cada uno de los temas abordados en la proyección: "Lo que aprendí". Inicialmente, se evalúa cada una de las preguntas, lo que permite valorar con certeza las tramas argumentales, y lo que da la posibilidad de reflexionar sobre los conflictos, sus causas, consecuencias y posibles alternativas de solución, a construir desde la práctica escolar y ciudadana. Por último, el estudiante crea un texto libre en donde se pretende que integre sus conocimientos previos a los que adquirió en la película, así como las reflexiones que despertó en él la proyección.

Paralelamente y en articulación con la emisora comunitaria, el profesor desarrolla un programa radial "que ya tiene más de cinco años". En él se promueve el cine como actividad de entretenimiento y reflexión, se abre la posibilidad de promocionar aspectos como la Historia del Cine, lenguajes cinematográficos, grandes directores, festivales, y se aborda la temática de la película a proyectarse, de acuerdo con los ciclos seleccionados. "Con el programa, el estudiante puede responder algunas de las preguntas incluidas en los cuestionarios que previamente se entregan en el salón de clase. También tenemos un espacio exclusivo para abordar otras problemáticas de nuestra comunidad". El programa es realizado por estudiantes de los grados 8°, 9° y 10°, quienes iniciaron el proceso hace más de tres años.

Igualmente interesante es la manera como el profesor adquiere el material cinematográfico: ha establecido una red de docentes de todo el país que le ayudan a conseguirlas. Y advierte: "preferimos películas no comerciales, consideradas como cine arte, ganadoras de festivales de cine internacional, que inclusive en Bogotá son difíciles de conseguir".

"El conflicto no es un juego de niños", advierte el profesor Elisender Adan Ovalle, quien cree que con el arte y su historia le está arrebatando al conflicto pequeños soldados que, por fortuna, ahora seguirán siendo sólo niños y niñas.