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¡Vivan la solidaridad y el cariño!

El municipio de Supía está construyendo un proyecto educativo inclusivo para atender la discapacidad: niños, niñas y jóvenes salen de sus casas, asisten a las aulas de clase y se proyectan como sujetos importantes en la sociedad.

En el corazón del Eje Cafetero, muy cerca de Manizales, Medellín y Pereira, se encuentra Supía, un municipio que apenas supera los 20 mil habitantes. Por su tranquilidad, hospitalidad y ubicación -está enclavado entre las montañas de Caldas-, se ha hecho conocer como un "emporio turístico".

Pero hoy, Supía también es conocido por su proyecto de inclusión educativa, en donde hay decenas de maestros que tienen 12 años. Ángel Álvarez, estudiante del Instituto Tecnológico Superior Francisco José de Caldas, puede dar fe de ello. Porque para este joven, que presenta una discapacidad auditiva y que cursa el grado sexto en la institución, sus compañeros de clase y sus amigos de otros grados se han convertido en unos auténticos maestros.

La razón: los estudiantes del Intec, como llaman a la institución, ponen toda su energía y entusiasmo en ayudar a quienes tienen alguna discapacidad, ya sea cognitiva o auditiva. Con Ángel, son 52 estudiantes los beneficiados de un programa que se viene desarrollando con éxito desde 1998.

De otra parte, Martha Cecilia Salazar, rectora de la institución, comenta que cada uno de los alumnos con discapacidad asiste al aula en forma común y corriente. Pero si alguno encuentra alguna barrera en su proceso de aprendizaje, las profesoras de apoyo e inclusión -3 en total- están listas para entrar en acción.

Aida Quintero hace parte de este grupo de apoyo. Está pendiente de cada uno de los estudiantes, vigila que hagan sus tareas, les explica cuando no entienden una lección y habla con sus colegas para que los ayuden a nivelarse. Además, acompaña de forma permanente a los estudiantes con discapacidad, y se ocupa de que los planes de estudio respondan a sus condiciones particulares.

Respaldo y formación laboral

Para Quintero, el proceso de socialización realizado tanto a profesores como a estudiantes ha creado un ambiente de solidaridad y colaboración en el plantel. "Los profesores se las ingenian para que los niños entiendan. Si los docentes no estuvieran sensibilizados, los muchachos ya habrían desertado y no hubiéramos logrado algo".

Quintero explica que los profesores prefieren utilizar los materiales gráficos didácticos, como las guías o las láminas, y hacen mucho trabajo de campo. Con la práctica, los niños comprenden mucho mejor los conocimientos que aprendieron en el aula.

Los estudiantes comprenden qué les pasa a sus compañeros con discapacidad, conocen sus debilidades y les ayudan en su aprendizaje. Por ejemplo, Jennifer López, estudiante de grado noveno del Intec, visita a Ángel en su casa algunos días para ayudarlo con las tareas, eso sí, luego de hablar de los amoríos. "Ellos son personas comunes y corrientes", dice Jennifer.

Valentina Otálvaro, estudiante de grado sexto, afirma que, sin importar la edad o el curso donde estén, los niños y jóvenes del Intec están listos para ayudar a sus compañeros con discapacidad.

El Intec acoge algunos estudiantes que tienen una discapacidad más severa, ya sea de tipo cognitivo, auditivo o conductual, que les limita más su proceso de aprendizaje. Para ellos, el colegio ha creado un programa de inclusión en áreas como las artes, la educación religiosa o las ciencias sociales. Estos estudiantes sólo asisten a las aulas unas cuantas horas para atender dichas lecciones.

En el tiempo restante, comenta Quintero, los alumnos con discapacidades severas trabajan individualmente con un profesor de apoyo, con el fin de superar esas condiciones. En los casos de extraedad, los estudiantes asisten a talleres de formación laboral.

"Nuestro proyecto educativo institucional está enfocado a fomentar las competencias laborales", sostiene Salazar. Por esto, todos los estudiantes con discapacidad, sin importar el tipo o si es leve o severa, pueden ingresar a un taller de formación laboral, desarrollado de acuerdo con las limitaciones y fortalezas de cada uno. En estos talleres se les ofrecen las herramientas y los conocimientos necesarios para desenvolverse con éxito en el mercado laboral y, por qué no, para crear su propia empresa.

Los alumnos con discapacidad auditiva, por ejemplo, pueden ingresar al taller de artesanías en guadua y al de marroquinería, desarrollado con el apoyo del SENA. Lámparas, alcancías, maletines, billeteras, manillas y bolsos, hechos por los estudiantes con discapacidad del Intec, han sido presentados y vendidos en diversas exposiciones y ferias escolares. Así mismo, el Intec tiene otros talleres como el de calzado, donde los estudiantes diseñan sandalias. La panadería didáctica, completa esta baraja de opciones.

Amasando un proyecto de vida

En Panintec, como se conoce la panadería, sólo se oye el golpeteo de la masa de pan contra la superficie de la mesa. Los cuatro panaderos tienen discapacidad auditiva. Ninguno puede hablar, excepto Alexander García, un egresado del Intec, que perdió la audición debido a una fuerte fiebre que sufrió a los 11 años. Sin embargo, él puede comunicarse con los demás, leyendo los labios y respondiendo, en voz baja, a su interlocutor. Por esto, Alex se ha convertido en un puente entre los profesores y los estudiantes con discapacidad auditiva. El sostiene que una discapacidad como la suya, no es impedimento para el desarrollo personal y laboral.

Alex dirige Panintec, un taller escolar que progresivamente se ha vuelto una empresa. Hoy en día, existe un convenio entre Panintec, el ICBF y la Cooperativa Multiactiva del Magisterio (CODEMAS) para expender el pan de los desayunos de los colegios de Supía. El Intec subsidia los gastos de la panadería, los cuales son reintegrados una vez se vende el pan. El dinero excedente se reparte entre los panaderos.

Alex está próximo a graduarse como técnico en agroindustria, una formación que también brinda el Intec como institución de Media Técnica, para los estudiantes que aprueben el grado once, y enfocada a las necesidades del municipio. Su tesis de grado se basó en el mejoramiento de la infraestructura de la panadería, con el fin de obtener el registro sanitario del Instituto Nacional de Vigilancia Médica y Alimentos (INVIMA).

"Cuando comenzó la panadería, era un taller didáctico para la educación. Queremos ampliar nuestra oferta y convertirla en una empresa formal", comenta Alex. "Este colegio mejora la calidad de vida, tanto académica como laboral de los estudiantes. Acá hay pocos recursos para pagar una universidad, pero el colegio nos capacita para el trabajo".

Conforme observa la rectora, los estudiantes con discapacidad son los que más trabajan, para sí mismos y por el desarrollo del Intec. Su talento y amor por las artes son innatos, comenta Luz Amparo Villegas, secretaria de Educación de Caldas. Según Villegas, esta habilidad para las actividades artísticas se ha aprovechado como una oportunidad para "traer a los niños a la inclusión educativa y potenciar esos talentos escondidos".

La ayuda para el Intec no sólo viene de la Secretaría de Educación de Caldas. Con recursos adicionales asignados por el Ministerio de Educación, esta Secretaría contrató con la Universidad de Manizales la provisión de una canasta de apoyos complementarios, que contempla la ubicación de una docente de apoyo, un proceso de formación para la transformación de la gestión escolar con el enfoque de inclusión y el desarrollo de semilleros de talentos que propicien la formación laboral de los estudiantes con discapacidad. Además, el Ministerio les ha dotado con canastas didácticas que contienen materiales educativos que apoyan los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Aún con varias necesidades por satisfacer, como por ejemplo la carencia de intérpretes y de modelos lingüísticos, el programa de inclusión ha sido un éxito. Así lo confirma el alcalde de Supía, Mauricio Torres: "cuando llegó este programa al municipio, los niños comenzaron a salir de sus casas". Hoy, estos estudiantes con discapacidad no sólo están en las aulas, sino que se proyectan como sujetos importantes para la sociedad, a través de sus proyectos artísticos, productivos o educativos. "Nos han enseñado el valor de la vida", dice David Alberto, compañero de Alex y Ángel en el Intec. No hay duda de que toda la comunidad de Supía piensa igual que él.

¡Vivan la solidaridad y el cariño!, al tablero no.43
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Altablero No. 43, SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2007
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